La famosa frase que Janis Joplin cantaba en el tema de Kris Kristoferson, Me and my Bobby McGee, podría sonar un poco derrotista. De alguna manera da la impresión de que la verdadera libertad implica haberlo perdido ya todo. Una vez no tienes ataduras y no hay riesgo de que tus acciones tengan como consecuencia que alguien se vaya o que tengas que sacrificar algo que posees, ya puedes ser tu mismo y ejercer tu libertad totalmente sin preocupación alguna.
Pero quizás esa visión derrotista no es necesariamente la única posible. Quizás se puede profundizar un poco más.
Si planteamos la posibilidad de que no poseemos nada desde el principio, que cualquier percepción que tengamos en esa línea no es más que una ilusión, entonces se podría decir que en realidad nunca tuvimos nada que perder…
Si nos damos cuenta de que tanto las personas como los objetos materiales simplemente pueden formar parte de nuestra vida o no y aceptamos que no tenemos el control sobre ese hecho, podremos ver que siempre fuimos libres. Que nunca poseímos nada ni a nadie.
Al final mi interpretación de la frase podría ser la siguiente: Serás libre siempre y cuando aceptes y te hagas cargo de tus actos. Que tu libertad automáticamente implica la libertad del otro. Y que no dependes de éste más allá de lo que tú quieras conseguir de él. Tú decides desde tu libertad lo que estás dispuesto a sacrificar. Pero es siempre una decisión tuya.
Mi conclusión es que siempre fuimos, somos y seremos libres. Nunca tuvimos nada que perder, desde el día que llegamos a este mundo hasta el día que lo dejemos.