Creer que puedes analizar y comprender a alguien observándole o interactuando es una ilusión. Mirar como el otro te “toca” a ti y lo que despierta es en cambio una herramienta de aprendizaje y auto conocimiento brutal.
Además, pretender entender a otra persona o los motivos que la llevan a actuar como lo hace no es más que una fuente de frustración. Normalmente es un ejercicio que usamos para juzgar, recriminar o intentar que cambie y eso solo lleva a una lucha en vano contra el mundo, a la alienación.
Aceptar que es imposible comprender al otro, que cualquier conclusión a la que podamos llegar sobre el otro no es más que una fantasía, es lo único que nos puede dar paz en este mundo tan caótico. Dejar de luchar contra lo externo es la única forma de poder llegar a esa calma.
Por supuesto, esto no implica aceptar las “ostias” que en un momento dado puedas recibir del exterior y hacer como que no existen. La verdadera acción nace de lo que tu puedes hacer en tu vida para remediar cada situación. Tu decides en cada momento como actuar dentro de lo que puedes realmente controlar: a ti mismo. Nada más.
Al mismo tiempo, todo lo que decimos a los demás, lo que percibimos que no nos gusta, no es más que una expresión de nuestra sombra. No digo esto para pretender entender al otro a través de lo que nos dice, si no para de nuevo, realizar ese análisis de cara a dentro. Tomar consciencia de nuestros propios impulsos antes de que la incomodidad que sentimos nos lleve a proyectarlos fuera.
De nuevo: ahí tenemos una enorme herramienta de aprendizaje si estamos dispuestos a empezar a usarla…