Este es otro texto que escribí hace algo más de un año y me apetece compartir aquí en mi web ya que sigo viéndolo igual de relevante:
Hay una cuestión que me lleva mucho tiempo rondando la cabeza. Tiene que ver con la libertad de ser lo que eres y decidir desde el lugar en el que estás, con tus patrones inconscientes y tus momentos de claridad. Con el nivel de consciencia que tengas en este momento, que siempre es el que es, no el que a otros les gustaría que fuera, o el que otros piensen que deberías tener.
Muchas veces se habla de que no somos realmente libres si las decisiones que tomamos están condicionadas por estos patrones subconscientes que tenemos y de los que poco a poco vamos tomando consciencia. Hoy puedo ver que decisiones que tomé en el pasado fueron desde un lugar de inconsciencia que probablemente hoy vería y actuaría de forma distinta. Pero creo que en su momento sí ejercí mi libertad y sí fui realmente libre al tomar esas decisiones, asumiendo como mía la responsabilidad de sus consecuencias.
Hay una tendencia muy condescendiente desde algunas personas y sobre todo desde personas en posiciones de poder, de colocarse en una posición de superioridad donde de alguna manera intentan que los demás nos demos cuenta de ciertas cosas que supuestamente nos hacen menos libres sin darnos cuenta. Pretenden imponer su forma de ver el mundo para “liberarnos” y que sigamos su camino de “iluminación”, robándonos la experiencia de andar nuestro propio camino de aprendizaje que al fin y al cabo es el único que podemos realmente transitar, el único que al vivirlo nos puede transformar.
De otra manera delegamos en otros esa responsabilidad y es complicado que el aprendizaje vaya más allá de un ejercicio mental.
Esto es algo que podemos ver tanto en relaciones personales como en la relación que tenemos con los poderes establecidos socialmente. A nivel personal, es lógico hasta cierto punto que se dé en relaciones naturalmente dependientes como de padres a hijos, aunque aquí siempre hay una fina línea entre sobre proteger a los hijos y no hacerlo lo suficiente. Pero ese es un tema más relacionado con la educación. Lo que me llama la atención es cuando estas dinámicas se dan en relaciones entre adultos, “supuestamente” de igual a igual.
En el momento en que un adulto le dice a otro lo que debería de hacer/ver/darse cuenta/etc… se establece una relación paternalista de superioridad y de poder. Si el otro entra en el “juego”, se está colocando por debajo, aceptando que el primero tiene una autoridad que le permite opinar o juzgar aspectos de su vida. De hecho, decirle a alguien que no es realmente libre porque tiene ciertos patrones inconscientes que hacen que sus decisiones sean sesgadas y explicar esos patrones sin ni siquiera pedir permiso, lo único que consigue, en mi opinión, es robarle a esa persona su libertad, y relegarla a un papel de víctima de las circunstancias que le han llevado a desarrollar esos patrones inconscientes.
Vivimos quizás en un momento donde ciertas personas están cómodas con ese papel de víctima porque de alguna manera eso hace que no se tengan que hacer cargo de sus vidas. No lo sé. Pero también hay ciertas personas muy cómodas en su papel de “maestros” o “papás”, en una posición de superioridad que quizás les haga sentirse bien consigo mismos. Pero la pregunta sería: qué quieres conseguir tú cuando pretendes “salvar” a otra persona… No lo sé.
Lo que sí sé es que las relaciones que se generan desde ese lugar nunca van a tener la chispa ni van a ser realmente tan estimulantes como las relaciones que se generan entre personas que se miran desde la misma altura, se respetan, y comparten desde ese lugar. Estén cada uno donde estén, pero siempre viendo al otro como un ser completo y libre digno de ser escuchado sin juzgar. Ahí es donde se generan las interacciones más estimulantes creo. Y de donde puede nacer una complicidad real y un amor de verdad que nace de la aceptación.