Sé que nunca llegué a verte realmente. Creé una imagen de ti en mi mente y di por supuesto que esa imagen eras tú.
Para bien o para mal, no fui capaz, o mejor dicho no quise mirar más limpiamente para conocer a la persona que se escondía detrás de mis suposiciones, mis conclusiones y prejuicios porque era más cómodo, más fácil.
No me hice cargo de esa creación y ahora vive dentro de mi cabeza junto con algunas otras: las de todas las personas que una vez estuvieron en mi vida y nunca llegué a conocer.
Juntas gritan a coro: “libéranos, somos solo tu fantasía, somos una parte de ti” y yo las miro, aún pensando que son recuerdos, pero no… sois yo… sois yo proyectándome en diferentes imágenes volátiles que me atormentan. Lo único que piden esas imágenes es que las acepte e integre de nuevo…
Pero esta carta no es para esas ilusiones irreales que yo mismo he creado. Es para esas personas cuya “imagen” usé de modelo. Personas reales con sus vidas, su forma de de ser, sus sueños o sus pesadillas, a las que no pude atender porque simplemente no las podía ver.
Lo siento.
Tengo claro que cada uno puede “hacerse cargo de su síntoma” en el sentido de que cuando algo toca una de nuestras heridas inconscientes, tenemos la posibilidad de mirar hacia dentro y buscar el origen, ver que no es realmente asunto de la otra persona y ocuparnos de esa herida que acabamos de traer a nuestro consciente. Pero ese es un trabajo que cada uno decide hacer o no. No estamos dentro de la cabeza de los demás y no podemos forzar o intentar “arreglar” a nadie.
Hay una gran honestidad cuando miras a otra persona y la ves tal y como es, y con eso me refiero simplemente a ver a esa persona haciendo lo que hace, viviendo y tomando sus decisiones por las razones que sean (conscientes o inconscientes) y no pretender deducir ni extrapolar esas razones (especialmente si sus acciones nos molestan). Simplemente VERLA y no pretender cambiarla.
Eso es lo que yo no he podido hacer, tantas y tantas veces. Y sí… también tú lo hiciste conmigo, ¿Y qué? Lo usé como excusa para un “y tú más” interminable que lógicamente nunca lleva a nada…
Porque la decisión de hacerse cargo de uno mismo no depende de lo que hagan otras personas. Ahí está la libertad de cada uno, y por supuesto somos libres de cerrar los ojos, señalar a alguien y ponerle toda la responsabilidad de lo que sea que nos pasa. De la misma manera esa persona es totalmente libre de coger todo ese “paquete” y soltarlo… Pretender devolverlo es inútil, y es lo que perpetua un interminable “ping pong emocional”
Pero que difícil es simplemente soltarlo y que fácil es que ese “paquete” de “basura emocional” nos active así mismo una herida propia y le sumemos nuestra propia mierda a la mezcla, creando una amalgama compuesta de todo lo que no queremos aceptar de nosotros mismos y pretendiendo que sea el otro el que cargue con ello… No sirve de nada…
Por eso quiero decirte que me di cuenta… y aunque si soy honesto, tampoco significa necesariamente que vaya a cambiar, a mí es algo que me da paz. La paz de entender que cada uno de nosotros es libre de vivir su proceso como le dé la gana, que el amor no tiene nada que ver con negociar quién da qué y en qué momento, más bien tiene que ver con la aceptación y el entendimiento de que cada uno es quien es, no quien YO quiero que sea, y con apreciar esos momentos que pasamos juntos como tesoros: los “buenos” y los “malos” (o los agradables y los desagradables) porque todos ellos sucedieron como tenían que suceder e implicaron un potencial de aprendizaje y toma de consciencia brutal. Eso es AMOR en mayúsculas.
Un respeto por la vida del otro, su proceso, sus decisiones, su personalidad…
Aceptación.
Así que gracias por haber pasado por mi vida, de corazón… Me gustaría decirte que las experiencias vividas me han cambiado, han sido como una haz de luz que ha colaborado para revelar lo que había escondido en las profundidades de mi mente, ayudándome a entender aspectos de mí que desconocía. No se puede pedir más…. El viaje continúa…
❤️