La política destruye…

Backlink | Photo by diana kereselidze on Unsplash

A veces me exalto hablando de política y después, casi siempre, acabo sintiéndome mal, con una sensación entre vergüenza y tristeza. Vergüenza porque me doy cuenta de que me expongo, mostrando algo de mi que realmente no me gusta, pero está… un «yo sé lo que es bueno y lo que es malo» que, por supuesto, no es real.

En los momentos posteriores me doy cuenta de que en el fondo todos esos argumentos, datos, etc… me la soplan. Me dan igual. No se ni por qué me enzarzo en discusiones o debates donde en realidad cada uno tiene su idea preconcebida y ¿quién soy yo para pretender cambiar a nadie? ¿o al revés?

La política es el ejercicio del poder de una persona o grupo para cambiar el mundo a su alrededor, ya sea mediante la fuerza o mediante la manipulación, pero es también el arte de enfrentar a las personas, dividirlas en bandos: derechas e izquierdas, buenos y malos, los de arriba y los de abajo… y cada vez que discuto con alguien de política me da la sensación de que vencen los mismos… los que usarán cualquier herramienta para dividir y polarizar…

Hace mucho tiempo que perdí la confianza en cualquier persona que se autodenomine como político. Sí… sé que quizás, escondido por alguna esquina haya aún algún político más honesto, pero ya me da igual. De todas formas se lo comerán con patatas tarde o temprano desde un sistema que premia al más psicópata, al mejor estratega, al que no tiene ningún problema en hacer lo que haga falta para llegar al poder…

Por eso, normalmente diría que por lo general me ha dado bastante igual quién gobierne, quitando algunos detalles o leyes que me han tocado los huevos bastante, pero he de decir que mi vida ha transcurrido al margen de lo que ocurría en los despachos y de esos seres que estaban luchando entre ellos por conseguir o mantener el poder sobre el país.

Pero parece que en estos últimos años, quizás a raíz de la pantomima de 2020, los políticos tienen cada vez más empeño en meterse en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestros asuntos personales, y cuando tienes el aliento en el cogote de un tío con halitosis todo el día pues llega un momento que ya te hartas… es lógico…

No me gusta el mundo que estamos construyendo, pero confío en que hay un sentido en todo esto, un aprendizaje. Una experiencia de la que se puede sacar algo positivo. Creo que toda situación que se presenta en nuestras vidas es en el fondo una oportunidad de crecimiento, y claro, no es fácil con situaciones difíciles o dolorosas. Y qué fácil es echar balones fuera o distraerse de ese dolor para no hacerse cargo uno mismo…

Por eso creo que en el fondo ni tú ni yo vamos a arreglar el mundo. Y mucho menos los políticos que con más o menos honestidad lo pretenden. El mundo es el que es, y la arrogancia humana es tan grande que piensa que puede intervenir, cambiar esto aquí lo otro allá, y mágicamente el mundo se arregla. Si no puedes ni cambiarte a ti mismo (y ojo… no estoy diciendo que eso sea algo deseable) y menos a tu vecino, amigo o pareja, ¿cómo vas a cambiar la sociedad?

Pero ahí seguimos… discutiendo de política, pensando que si las cosas se hicieran a «nuestra manera» el mundo sería mejor… que «si votas a tal» el país irá mejor… que «si echamos a cuál» evitaremos la catástrofe…

Supongo que es una forma de soltar tensión, pero al mismo tiempo, vista la polarización actual, también es una forma de acabar en enfrentamientos, romper amistades o generar conflictos… cuando en el fondo da igual…

Da igual si tú eres de izquierdas o derechas, si te crees la ideología queer o te parece una estafa, si piensas que hay que liberalizar la economía o regularla más, si te va lo público o lo privado… Da igual porque es una opinión en un mar de opiniones y no va a cambiar nada. No vas a convencer a nadie.

Hay algo mucho más importante que todo eso y es lo que nos une realmente a nivel personal. Somos una red de personas que se importan mutuamente. Como «masa» eso quizás de igual, pero si vas siguiendo la cadena de persona en persona puedes ver y encontrar el verdadero pegamento que nos hace fuertes en conjunto: el amor.

Y ese poder lo tenemos cada uno de nosotros en nuestro entorno, con nuestras familias y amigos, con nuestros hijos, con cada una de las personas con las que nos relacionamos en nuestro día a día.

No puedes cambiar el mundo, pero tú siempre puedes ser lo que quieres del mundo.

Sergi Torres decía que no hemos venido al mundo a cambiarlo o a arreglarlo, que hemos venido a aprender a amarlo, y cada vez veo más que la cosa realmente va por ahí… pero tu eres libre de ser, hablar, relacionarte, ayudar, estar, comprometerte, etc… de la forma que elijas. No como demostración de unos ideales (no sirve… lo siento), sino como una expresión auténtica de lo que eres. La política es mental, falsa, estratégica… una pose que pretende reflejar algo que en realidad está vacío. Por el contrario tu autenticidad es real, si no siempre “adecuada” o «bonita»…

Aún así yo me quedo con la autenticidad…