El rechazo como reacción colectiva

Uno de los múltiples hechos que me tiene confundido últimamente es sin duda la cantidad de rechazo que veo por todas partes. Y no ya un rechazo sosegado, tranquilo… un no me interesas y punto… sigo con mi vida. No. Lo que veo es un ensañamiento con todo tipo de personas, una condena que nunca puede ser aliviada, un desprecio absoluto y un deseo de que esa persona rechazada desaparezca de la faz de la tierra.

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No se si es algo que se hace más evidente en esta época donde todo se canaliza a través de las redes sociales y en realidad siempre había estado ahí… latente. Pero no hay duda de que ahora es mucho más visible. Quizás esto es bueno… mejor airear los trapos sucios que acumular toda la mierda dentro… supongo…

El caso es que me pregunto: ¿De donde nace ese sentimiento de necesitar aplastar a otra persona, reducirla, humillarla y despreciarla hasta que no tenga forma de recuperarse? Obligarla a pedir unas disculpas que nunca serán suficientes y pretender condenarla al ostracismo para siempre…

No voy a entrar en si lo que algunas de estas personas han hecho es más o menos grave. No me interesa justificar este rechazo según el grado de «gravedad» de las acciones que hayan realizado los «condenados» o «condenadas». Me interesa más el lugar desde donde socialmente nace y crece esa necesidad de señalar a alguien, quién sea, y hundirlo hasta lo más profundo.

Tampoco me interesa la moralina ni señalar a nadie como bueno o malo. No quiero juzgar al que ejerce ese rechazo y señalarlo de la misma manera. Puedo estar o no de acuerdo con que algunas acciones son reprobables, pero ahora mismo eso me da igual.

Hay un mecanismo que se dispara cuando vemos algo que nos toca profundo. Una reacción del cuerpo que nos nace de ese lugar herido y puede expresarse de muchas formas, con emociones que se disparan en todas las direcciones. Es normal y está bien poner consciencia en esos momentos cuando nos ocurren para ver la herida, para conocernos, sin necesariamente actuar esa reacción pero que si se actúa pues no pasa nada… hasta cierto punto, claro.

Desde ese lugar puedo entender que una posibilidad es que lo que nazca sea un rechazo profundo a otra persona. Esa persona que te tocó la herida, y que vas a ver como culpable. En ese momento sentir rechazo es algo que veo lógico. De nuevo, pienso que vivir esto de forma consciente es una herramienta de aprendizaje muy valiosa, pero no todo el mundo tiene por qué aprovecharla…

La cuestión es que puede haber momentos donde se genera una «masa» de gente que es «tocada» de la misma manera y reacciona ante un hecho realizado por alguien de forma conjunta. Podría ser que esa persona ha dado en el clavo y ha presionado un botón que desencadena una reacción en cadena a un trauma colectivo… una herida común… Probablemente no toda esa gente reaccione por esta razón, habrá «oportunistas» que aprovechen el tirón inicial para «demostrar» lo virtuosos que son, para sentirse validados o vete tu a saber qué más… pero entre unos y otros se acaba generando una ola cada vez más grande con una inercia imparable y dirigida con total precisión hacia una persona concreta: el CULPABLE (así en mayusculas): El que representa hoy (mañana será otro) todos los males del mundo mundial.

Quizás es algo similar a los linchamientos públicos. Esa sensación de impunidad y de poder dejarse llevar por la masa que lleva a personas, normalmente inofensivas, a cometer actos de total barbarie. La diferencia es que la «masa» en redes sociales está compuesta muy claramente de personas con nombre y apellido clamando contra el culpable del día y todos esos mensajes son individuales y fácilmente distinguibles. Y peor aún: cada día hay un nuevo «clamor» y parece que ya se vuelve algo normal expresar ese odio, siempre justificado, contra la nueva «persona non grata» (a la anterior se la olvida) de forma que algo que podría entenderse como extraordinario, que necesitaba de la confluencia de varios factores que no suelen darse, se convierta en rutina: «voy a abrir twitter a ver en quién hay que cagarse hoy».

Quizás todo es mucho más sencillo. Quizás simplemente estamos jodidos como sociedad, pasándolas putas para llegar a fin de mes, con los precios de todo por las nubes y con una casta política empeñada en robarnos cada vez más con sus impuestos y leyes que parecen hechas a medida para ensañarse con el ciudadano medio mientras ellos conservan sus privilegios como nuevos «señoritos» que no entienden que el hecho de que tengan el poder que tienen no es más que un voto de confianza de la ciudadanía. Punto. Quizás la gente está tan cabreada y se siente tan impotente, que la única forma de liberar las emociones es abrir las redes sociales y buscar un «cabeza de turco» al que humillar e insultar. Por supuesto, esto es una forma bastante inmadura de hacerlo, pero bueno… se puede entender.

Por otro lado está el factor de la polarización social. Pero bueno, eso es un agravante que se aprovecha del malestar existente definiendo claramente quién es tu enemigo (y de quién eres tú el enemigo, claro…), aunque aquí está el factor de la desconfianza… el miedo al diferente, al que no piensa como tú… cosa que creo se ha potenciado hasta límites que rozan lo peligroso…

Y por último, no voy a entrar en la manipulación de algunos intentando dirigir a la masa (también llamada «opinión pública») a que rechace a quién le interesa en un momento determinado, ya sea por sus juegos de poder o como cortina de humo. Tampoco me interesa y al fin y al cabo no hacen más que aprovecharse de el estado emocional de la gente para su beneficio. Cosas de la política, ese mal que asola nuestro mundo hoy en día.

El caso es que ¿qué voy a decir? Es lo de siempre… al final podemos (o no) hacernos cargo de nuestras emociones, ver al otro como la persona que nos ha ayudado a tomar consciencia de algo que guardábamos escondido en nuestro inconsciente y sí, alejarte de quién te haga mal, ningún problema, pero siendo consciente de desde donde surge ese deseo. Ese rechazo…

El rechazo al otro al final no es más que rechazo a una parte de nosotros mismos. Si quieres lo miras. Si no quieres eres libre de seguir poniendo tu foco fuera, en el otro, en el eterno culpable de todos tus males… Tu decides.