En un mundo totalmente polarizado, y no por casualidad, políticos de todos los colores tienen un claro interés por, de alguna forma, dejar claro que estar con ellos es estar con los «buenos». Esta narrativa simplona y fácil de entender es perfecta para ellos, ya que apuntan a convencer a la gran masa que no se quiere complicar mucho la vida con profundas reflexiones o complejos argumentos:
Nosotros o el caos.
Con eso basta.
El problema es que, más allá de convencer – o no – como partidos específicos, lo que sí han conseguido es imprimir una idea de «buenos y malos» más genérica que comparten entre sí los partidos que dicen pertenecer a ideologías similares:
Izquierda y derecha, al centro y pa’dentro…
Ellos pueden hacer lo que quieran, y es obvio que a todos les interesa aparentar bondad e interés por el prójimo mientras al mismo tiempo dejan claro que sus contrarios son todo lo opuesto. Hasta ahí todo bien.
El problema es cuando nosotros, ciudadanos de a pié, compramos sus desvaríos interesados y los empezamos a usar para definirnos; cuando empezamos a usar sus ideologías baratas para definirnos tanto a nosotros mismos como al resto de las personas que vemos o con las que interactuamos:
Es un error garrafal…
La ideología, en su forma más ideal, no es más que un modelo teórico de cómo podría funcionar una sociedad humana. Intentaban resolver los problemas de las sociedades en las que habitaban sus autores mediante la aplicación de distintas herramientas para «moldear» a sus poblaciones. Una ideología es mental, es especulativa, y es algo muy divertido con lo que pasar una tarde charlando con los amigos.
Pero una ideología no dice nada de ti como persona. Pensar que el mundo sería mejor si se aplicase tal o cual fórmula no te hace ser mejor ni peor persona. Simplemente has hecho un ejercicio teórico y has llegado a una conclusión. Nada más…
Tenemos que entender que las personas suelen mirar por sus intereses, y por ende, elegirán ideologías que perciban como beneficiosas para ellos. Es sencillo. Cada partido entonces va a por un «nicho de mercado» social concreto y dirige su mensaje para atraerlo.
Ahora… tú como persona individual en tu vida vas a encontrarte con un montón de situaciones donde vas a tener que tomar una decisión, y muchas veces esa decisión afectará positiva o negativamente tanto a ti como a otras personas cercanas. El hecho de que seas de izquierdas o de derechas no es determinante a la hora de valorar qué decisión tomar. Lo que es determinante es quién eres y qué sientes tanto hacia ti mismo como hacia esas personas a las que podría afectar tu decisión.
Por supuesto: las etiquetas sencillas de «bueno» o «malo» se quedan muy cortas para definir a las personas en su día a día y el juicio moral sirve de poco cuando cada persona lo va a realizar desde su perspectiva, a veces interesada, pero siempre parcial. No sirve de mucho. Lo que sirve es tu propia «brújula moral» y el lugar dentro de ti desde el que decides: ¿Es desde el amor?
La ideología simplemente propone unas normas más bien genéricas sobre cómo debería funcionar la sociedad. Las aplica como un corsé de talla única que no le acaba de quedar bien a nadie y espera que con el tiempo nos adaptemos al corsé y ya ni nos demos cuenta de que lo llevamos puesto.
Pero no deja de ser algo impuesto desde fuera, ya sea por vía directa o de forma más sutil.
De nuevo: no sirve. Tu bondad siempre nace desde dentro. Nace del amor que sientes por las personas que tienes cerca. Nace del amor que sientes hacia ti mismo y de la balanza entre el uno y el otro. Tu «ser buena persona» no es más que la escucha a lo que el otro tiene que decir, no para contestarle o rebatirle sino simplemente para entenderle, para ver de dónde vienen sus ideas, por qué no piensa igual que tú. Ceder cuando te das cuenta de que es lo mejor para todos los involucrados, no hacerlo cuando te das cuenta de que por mucho que ames al otro hay líneas que no vas a cruzar.
Una ideología no tiene esa sutileza. Es burda e inflexible. No sirve para guiarte en tu vida, ni siquiera sirve para guiarnos como sociedad (aunque en esto tienen mucha responsabilidad nuestros políticos…). Solo sirve como ejercicio intelectual, como excusa para charlar y debatir un rato con unas cervezas, como un juego al fin y al cabo.
Pero tu vida no es un juego, aunque a veces esa sea la mejor forma de tomársela. Tampoco es un ejercicio mental; es realidad, es tu realidad y la de todos los que te acompañan y no se «arregla» aplicando recetas escritas en algún manual,
¿No lo he dicho ya? No hay un manual para la vida. No hay un manual para ser mejor persona. Hay experiencia y toma de responsabilidad. Hay aprendizaje; y de todas formas una ideología nunca pretendió ser un manual personal aunque haya personas que así lo deseen.
Entonces: cuando escucho «este vota a ___ debe ser un ___ » (pongan su ideología más odiada y el insulto que vean adecuado en los espacios en blanco), siempre pienso: «¿Y tú qué sabes? ¿Le conoces? ¿Sabes lo que pasa por su cabeza, su experiencia de vida, cómo entiende la política y por qué llegó a votar a ese partido? Te lo adelanto: NO.
El mundo es complejo y si cada persona es un mundo, imagínate cómo será de complicado, no solo entenderte a ti mismo, pero entender a otro ser humano sin estar en sus zapatos…
Para lo que sí sirve la ideología es para separar a las personas y polarizarlas, pero no para tu beneficio ni el mío: los únicos beneficiados son los que pretenden estar arriba, moviendo los hilos, y la ideología es un hilo más…
¿Lo cortamos?