Una ideología no te hará «buena persona»

En un mundo totalmente polarizado, y no por casualidad, políticos de todos los colores tienen un claro interés por, de alguna forma, dejar claro que estar con ellos es estar con los «buenos». Esta narrativa simplona y fácil de entender es perfecta para ellos, ya que apuntan a convencer a la gran masa que no se quiere complicar mucho la vida con profundas reflexiones o complejos argumentos:

Nosotros o el caos.

Con eso basta.

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El problema es que, más allá de convencer – o no – como partidos específicos, lo que sí han conseguido es imprimir una idea de «buenos y malos» más genérica que comparten entre sí los partidos que dicen pertenecer a ideologías similares:

Izquierda y derecha, al centro y pa’dentro…

Ellos pueden hacer lo que quieran, y es obvio que a todos les interesa aparentar bondad e interés por el prójimo mientras al mismo tiempo dejan claro que sus contrarios son todo lo opuesto. Hasta ahí todo bien.

El problema es cuando nosotros, ciudadanos de a pié, compramos sus desvaríos interesados y los empezamos a usar para definirnos; cuando empezamos a usar sus ideologías baratas para definirnos tanto a nosotros mismos como al resto de las personas que vemos o con las que interactuamos:

Es un error garrafal…

La ideología, en su forma más ideal, no es más que un modelo teórico de cómo podría funcionar una sociedad humana. Intentaban resolver los problemas de las sociedades en las que habitaban sus autores mediante la aplicación de distintas herramientas para «moldear» a sus poblaciones. Una ideología es mental, es especulativa, y es algo muy divertido con lo que pasar una tarde charlando con los amigos.

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Pero una ideología no dice nada de ti como persona. Pensar que el mundo sería mejor si se aplicase tal o cual fórmula no te hace ser mejor ni peor persona. Simplemente has hecho un ejercicio teórico y has llegado a una conclusión. Nada más…

Tenemos que entender que las personas suelen mirar por sus intereses, y por ende, elegirán ideologías que perciban como beneficiosas para ellos. Es sencillo. Cada partido entonces va a por un «nicho de mercado» social concreto y dirige su mensaje para atraerlo.

Ahora… tú como persona individual en tu vida vas a encontrarte con un montón de situaciones donde vas a tener que tomar una decisión, y muchas veces esa decisión afectará positiva o negativamente tanto a ti como a otras personas cercanas. El hecho de que seas de izquierdas o de derechas no es determinante a la hora de valorar qué decisión tomar. Lo que es determinante es quién eres y qué sientes tanto hacia ti mismo como hacia esas personas a las que podría afectar tu decisión.

Por supuesto: las etiquetas sencillas de «bueno» o «malo» se quedan muy cortas para definir a las personas en su día a día y el juicio moral sirve de poco cuando cada persona lo va a realizar desde su perspectiva, a veces interesada, pero siempre parcial. No sirve de mucho. Lo que sirve es tu propia «brújula moral» y el lugar dentro de ti desde el que decides: ¿Es desde el amor?

La ideología simplemente propone unas normas más bien genéricas sobre cómo debería funcionar la sociedad. Las aplica como un corsé de talla única que no le acaba de quedar bien a nadie y espera que con el tiempo nos adaptemos al corsé y ya ni nos demos cuenta de que lo llevamos puesto.

Pero no deja de ser algo impuesto desde fuera, ya sea por vía directa o de forma más sutil.

De nuevo: no sirve. Tu bondad siempre nace desde dentro. Nace del amor que sientes por las personas que tienes cerca. Nace del amor que sientes hacia ti mismo y de la balanza entre el uno y el otro. Tu «ser buena persona» no es más que la escucha a lo que el otro tiene que decir, no para contestarle o rebatirle sino simplemente para entenderle, para ver de dónde vienen sus ideas, por qué no piensa igual que tú. Ceder cuando te das cuenta de que es lo mejor para todos los involucrados, no hacerlo cuando te das cuenta de que por mucho que ames al otro hay líneas que no vas a cruzar.

Una ideología no tiene esa sutileza. Es burda e inflexible. No sirve para guiarte en tu vida, ni siquiera sirve para guiarnos como sociedad (aunque en esto tienen mucha responsabilidad nuestros políticos…). Solo sirve como ejercicio intelectual, como excusa para charlar y debatir un rato con unas cervezas, como un juego al fin y al cabo.

Pero tu vida no es un juego, aunque a veces esa sea la mejor forma de tomársela. Tampoco es un ejercicio mental; es realidad, es tu realidad y la de todos los que te acompañan y no se «arregla» aplicando recetas escritas en algún manual,

¿No lo he dicho ya? No hay un manual para la vida. No hay un manual para ser mejor persona. Hay experiencia y toma de responsabilidad. Hay aprendizaje; y de todas formas una ideología nunca pretendió ser un manual personal aunque haya personas que así lo deseen.

Entonces: cuando escucho «este vota a ___ debe ser un ___ » (pongan su ideología más odiada y el insulto que vean adecuado en los espacios en blanco), siempre pienso: «¿Y tú qué sabes? ¿Le conoces? ¿Sabes lo que pasa por su cabeza, su experiencia de vida, cómo entiende la política y por qué llegó a votar a ese partido? Te lo adelanto: NO.

El mundo es complejo y si cada persona es un mundo, imagínate cómo será de complicado, no solo entenderte a ti mismo, pero entender a otro ser humano sin estar en sus zapatos…

Para lo que sí sirve la ideología es para separar a las personas y polarizarlas, pero no para tu beneficio ni el mío: los únicos beneficiados son los que pretenden estar arriba, moviendo los hilos, y la ideología es un hilo más…

¿Lo cortamos?

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Límite vs. Ultimatum

Viendo un video de una señora que parecía un poco perdida con este tema, me he animado a escribir un poquillo…

Básicamente diferenciaba el hecho de «poner límites» de un «ultimatum» en la forma en la que comunicas a la otra persona lo que quieres en una relación. Algo muy sutil…

Nada más lejos de la realidad… La diferencia entre límite y ultimatum es tan clara y sencilla como la diferencia entre poner el foco en ti y poner el foco en el otro.

Un límite ni siquiera necesita ser comunicado, un límite define dónde están tus valores, lo que tú consideras aceptable y lo que no. Como decía alguien que escuché en una vez: ejercer un límite implica un sacrificio: Es una acción.

Un ultimatum es básicamente una forma de extorsionar a otra persona. Decirle que cambie bajo la amenaza de perderte. Es una demostración de poder y generalmente, el que lo hace, cree tener ese poder ya que espera que la otra persona acepte el ultimatum por miedo a perderla.

El ultimatum es siempre hacia el otro. Es una amenaza directa. Si algo te molesta de otra persona puedes aceptar que esa persona es así y decidir si eso es algo que tu no puedes tolerar, intentar entenderla si crees que vale la pena antes de decidir si te alejas o no, pero en el momento en el que le dices que cambie bajo una amenaza ya te sales de ti.

Es curioso, porque parecería que el que es sometido a un ultimatum sería el «dependiente», ya que por miedo a perder al otro acepta algo que no quiere, pero el que ejerce el ultimatum es igual de dependiente, sino más, porque necesita que los demás sean de determinada manera, necesita controlar y cambiar a las personas que están a su alrededor y usa su poder a través de esta y/u otras técnicas de manipulación para someter a los demás.

En lugar de primero mirar por qué se siente incómodo, en lugar de aceptar que quizás la relación no es compatible, directamente su necesidad de seguir en la relación le hace ejercer ese poder casi desesperadamente para no aceptar nada de esto y ver si puede doblegar la voluntad del otro…

Sigue siendo un esclavo de sus emociones…

El otro lado del infinito

Acabo de terminarme esta novela de Ana Lasheras, a la que llegué un poco por casualidad probando Kindle Unlimited, después de empezar otras dos infumables y ya empezando a pensar que no había nada de ciencia ficción española que valiese la pena en esta plataforma…

Y empezó pareciéndome al menos decente en cuanto a escritura e interesante en cuanto a temática…

Con una estructura de tres partes donde la primera (que ocupa la mitad del libro) es la única con intriga, tensión y algo de acción, se hace un poco raro cuando todo lo que se plantea ahí se resuelve de una forma bastante sencilla… Y es cierto que hay un momento donde me preguntaba a dónde quería llegar la autora, con una segunda parte tan tranquila que yo estaba pensando todo el tiempo que iba a pasar algo malo, las cosas no serían como parecían, alguien iba a traicionar a alguien, etc…

Pero hubo un momento donde vi que en realidad no… que el libro al final de lo que «iba» es de la expansión de la consciencia… Que describía un mundo con aspectos parecidos al nuestro, aunque más avanzado tecnológicamente, pero donde lo importante eran aspectos más sutiles… Personajes que no te crees si los miras desde la perspectiva de nuestra sociedad, basada en el miedo y la desconfianza, pero que si puedes salir de tu «agujero» y abrir miras, puedes ver como una posibilidad real…

Y el viaje de los protagonistas es al fin y al cabo ese viaje… un viaje de salida del cascarón, de ese cascarón donde vivimos nosotros y empezamos a romper sin poder deshacernos aún de nuestros viejos hábitos, nuestra forma desconectada y disfuncional de mirar al otro…

Al final nadie traiciona a nadie, no pasa ninguna catástrofe… los personajes crecen, viven y se «expanden»…

No quiero decir mucho más… Aunque no es (para mi) uno de los libros mejor escritos que he leído (hay personajes que me hubiera gustado que desarrollase más, por ejemplo haber entrado más en profundizar en el padre del prota… y luego que la primera parte es muy larga y el final lo cuenta muy rápido) he de decir que me ha sorprendido y lo he disfrutado mucho… ha sido uno de los libros que más me ha impactado recientemente y tengo que decir que ha conseguido emocionarme al terminar…

Gracias!!!

Aquí va el enlace: https://amzn.eu/d/670sWKo por si lo queréis leer…

La política destruye…

Backlink | Photo by diana kereselidze on Unsplash

A veces me exalto hablando de política y después, casi siempre, acabo sintiéndome mal, con una sensación entre vergüenza y tristeza. Vergüenza porque me doy cuenta de que me expongo, mostrando algo de mi que realmente no me gusta, pero está… un «yo sé lo que es bueno y lo que es malo» que, por supuesto, no es real.

En los momentos posteriores me doy cuenta de que en el fondo todos esos argumentos, datos, etc… me la soplan. Me dan igual. No se ni por qué me enzarzo en discusiones o debates donde en realidad cada uno tiene su idea preconcebida y ¿quién soy yo para pretender cambiar a nadie? ¿o al revés?

La política es el ejercicio del poder de una persona o grupo para cambiar el mundo a su alrededor, ya sea mediante la fuerza o mediante la manipulación, pero es también el arte de enfrentar a las personas, dividirlas en bandos: derechas e izquierdas, buenos y malos, los de arriba y los de abajo… y cada vez que discuto con alguien de política me da la sensación de que vencen los mismos… los que usarán cualquier herramienta para dividir y polarizar…

Hace mucho tiempo que perdí la confianza en cualquier persona que se autodenomine como político. Sí… sé que quizás, escondido por alguna esquina haya aún algún político más honesto, pero ya me da igual. De todas formas se lo comerán con patatas tarde o temprano desde un sistema que premia al más psicópata, al mejor estratega, al que no tiene ningún problema en hacer lo que haga falta para llegar al poder…

Por eso, normalmente diría que por lo general me ha dado bastante igual quién gobierne, quitando algunos detalles o leyes que me han tocado los huevos bastante, pero he de decir que mi vida ha transcurrido al margen de lo que ocurría en los despachos y de esos seres que estaban luchando entre ellos por conseguir o mantener el poder sobre el país.

Pero parece que en estos últimos años, quizás a raíz de la pantomima de 2020, los políticos tienen cada vez más empeño en meterse en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestros asuntos personales, y cuando tienes el aliento en el cogote de un tío con halitosis todo el día pues llega un momento que ya te hartas… es lógico…

No me gusta el mundo que estamos construyendo, pero confío en que hay un sentido en todo esto, un aprendizaje. Una experiencia de la que se puede sacar algo positivo. Creo que toda situación que se presenta en nuestras vidas es en el fondo una oportunidad de crecimiento, y claro, no es fácil con situaciones difíciles o dolorosas. Y qué fácil es echar balones fuera o distraerse de ese dolor para no hacerse cargo uno mismo…

Por eso creo que en el fondo ni tú ni yo vamos a arreglar el mundo. Y mucho menos los políticos que con más o menos honestidad lo pretenden. El mundo es el que es, y la arrogancia humana es tan grande que piensa que puede intervenir, cambiar esto aquí lo otro allá, y mágicamente el mundo se arregla. Si no puedes ni cambiarte a ti mismo (y ojo… no estoy diciendo que eso sea algo deseable) y menos a tu vecino, amigo o pareja, ¿cómo vas a cambiar la sociedad?

Pero ahí seguimos… discutiendo de política, pensando que si las cosas se hicieran a «nuestra manera» el mundo sería mejor… que «si votas a tal» el país irá mejor… que «si echamos a cuál» evitaremos la catástrofe…

Supongo que es una forma de soltar tensión, pero al mismo tiempo, vista la polarización actual, también es una forma de acabar en enfrentamientos, romper amistades o generar conflictos… cuando en el fondo da igual…

Da igual si tú eres de izquierdas o derechas, si te crees la ideología queer o te parece una estafa, si piensas que hay que liberalizar la economía o regularla más, si te va lo público o lo privado… Da igual porque es una opinión en un mar de opiniones y no va a cambiar nada. No vas a convencer a nadie.

Hay algo mucho más importante que todo eso y es lo que nos une realmente a nivel personal. Somos una red de personas que se importan mutuamente. Como «masa» eso quizás de igual, pero si vas siguiendo la cadena de persona en persona puedes ver y encontrar el verdadero pegamento que nos hace fuertes en conjunto: el amor.

Y ese poder lo tenemos cada uno de nosotros en nuestro entorno, con nuestras familias y amigos, con nuestros hijos, con cada una de las personas con las que nos relacionamos en nuestro día a día.

No puedes cambiar el mundo, pero tú siempre puedes ser lo que quieres del mundo.

Sergi Torres decía que no hemos venido al mundo a cambiarlo o a arreglarlo, que hemos venido a aprender a amarlo, y cada vez veo más que la cosa realmente va por ahí… pero tu eres libre de ser, hablar, relacionarte, ayudar, estar, comprometerte, etc… de la forma que elijas. No como demostración de unos ideales (no sirve… lo siento), sino como una expresión auténtica de lo que eres. La política es mental, falsa, estratégica… una pose que pretende reflejar algo que en realidad está vacío. Por el contrario tu autenticidad es real, si no siempre “adecuada” o «bonita»…

Aún así yo me quedo con la autenticidad…

Dime la verdad… aunque duela…

Veía un video sobre la «honestidad radical» y sus multiples ventajas, incluso en ámbitos en los que yo desconocía totalmente su aplicación. Una honestidad total no solo con los demás pero también con uno mismo, que aún pareciéndome fantástica y siendo algo que he compartido siempre, mejora no solo las relaciones con los demás, pero también ayuda (y esto lo desconocía) a reducir el riesgo de adicciones y otros problemas mentales que abundan en el mundo moderno.

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Aquí voy a centrarme más en las relaciones porque éste video ha sido como una ráfaga de aire fresco después de observar la tendencia hacia una comunicación infantilizadora y deshonesta: la «Comunicación No Violenta», o CNV…

Ésta forma de comunicación, pretendiendo ser una solución a los conflictos y a los malos entendidos, eternas discusiones o cabreos, lo que consigue es convertirse en una barrera, una especie de filtro, que básicamente lo que consigue es distanciar a las personas antes cercanas…

Para mi es en esencia un arma de destrucción de relaciones.

¿Por qué?

Lo primero y para mi más importante es que elimina la espontaneidad en la comunicación entre personas que (en teoría) se quieren y comparten algún nivel de intimidad (pareja, amigos cercanos, familia, etc…). No me interesa lo útil que pueda resultar en el trabajo o en el ámbito de la educación. Eso es tema para otro texto…

Cuando una persona te importa y compartes una cercanía, la honestidad es PRIMORDIAL. Sin honestidad estás creando un personaje falso para que el otro te perciba de una cierta manera calculada y artificial. Me importan poco las razones (miedo al rechazo, interés por conseguir algo, o lo que sea), el caso es que hay una especie de «ente» intermedio entre tú y tu interlocutor. Este «ente» traduce lo que quieres expresar filtrando o modificando tu discurso para adaptarlo al otro. El otro te recibe sin saber lo que hay detrás de ese «ente». No te llega a conocer nunca.

Dos personas relacionándose de esta forma en realidad no se están relacionando. Cada uno se relaciona con una imagen adaptada por el otro. Y sin conocerse no hay forma de confiar. Y sin confianza no hay relación, no hay nada.

Esto no significa que no sea bueno tener una medida de control a la hora de hablar con alguien a quién queremos. Se da por supuesto que te importa esa persona y no vas a empezar a agredirla y faltarle el respeto con la excusa de ser honesto. Si explotas y te pones a gritar de forma descontrolada a alguien cercano, no estás siendo ni sincero ni espontáneo. Estás siendo un gilipollas. Y mereces que esa persona se aleje de ti sin ninguna explicación (esto es simplemente una opinión… cada uno lidia con el abuso a su manera, por supuesto)

Aclarado este detalle sigo: Cuando tu sientes que algo que ha hecho otra persona te ha dañado hay varios niveles que pueden ser analizados. Primero es reconocerse como «el que siente» y ver qué hay en ti que pueda hacerte más sensible al comportamiento del otro. Esto no pretende quitarle responsabilidad sobre sus actos, simplemente ver si hay algo en ti, una herida oculta que surge cuando te «tocan» en un «punto» concreto. Lo segundo es cómo reaccionas. Aquí es donde creo que es importante ser honesto y espontáneo. La CNV propone una serie de pasos que convierten toda comunicación en un ejercicio de análisis mental y de suposiciones sobre el otro que eliminan cualquier atisbo de autenticidad. Dependiendo de la cercanía y el nivel de confianza tú decides qué quieres compartir con la persona sobre lo que sientes y se lo comunicas (o no) tal cual lo sientes. Después ejerces tus limites si lo ves necesario mediante la acción, que será diferente dependiendo de la cercanía y la importancia de esa persona en tu vida.

Otro punto que me parece totalmente inadecuado es que con la excusa de «cuidar» al otro, lo que se hace es infantilizarlo y presuponer qué le puede sentar mal o hacer daño, adaptando el discurso con la pretensión de evitar ese posible daño. Es básicamente como caminar descalzo entre cristales rotos aunque al final puedan resultar ser inofensivos trozos de papel de plástico… No lo sabes.

Porque ¿quién eres tú para presuponer lo que le va a sentar mal o bien a otra persona separada de ti? No estás en su cabeza y además se supone que ambos sois adultos responsables de si mismos. Si algo le molesta te lo dirá y viceversa.

Y hablo de infantilizar porque al hacer este movimiento, te estás colocando por encima de esa persona de una forma muy paternalista, algo totalmente legítimo si estás tratando con niños pequeños que necesitan especial atención, tacto y no tienen la madurez emocional necesaria para lidiar con emociones «difíciles», pero no con adultos que supuestamente sí tienen esa madurez.

Me preocupa que este estilo de comunicación encaje tan bien con el individualismo rampante y la forma que tenemos como sociedad de vivir cada uno en su «burbuja» desde donde no necesita exponerse y puede juzgar a los demás sin nunca conocerlos realmente. Esa falta de implicación y voluntad de conocer al otro, de mostrarse uno mismo vulnerable… real… imperfecto… roto…

Porque efectivamente: no me interesa tu apariencia de perfección, ni que seas como yo quiero que seas (algo que muchos intentan conseguir aplicando la CNV de forma perversa). Si no estás dispuesto a mostrarte nunca podrás acercarte realmente a nadie…

Una cosa que decían en el video era que solemos pensar que al mostrarnos con todos nuestros defectos, los demás nos van a rechazar, pero se ha comprobado una y otra vez que es todo lo contrario. Porque es nuestra forma de conectar con nuestro propio dolor, nuestra vulnerabilidad, y es lo que nos une al final…

Aquí tenéis el video por si os interesa:

Al final lo que queda es el amor

Photo by Marc A. Sporys on Unsplash

Cuando vas acumulando años y en la vida ya has dado unas cuantas vueltas, te vas dando cuenta de lo que realmente es importante y lo que no lo es tanto… Y en las relaciones aprendes a valorar mucho a personas que han estado y siguen dispuestas a estar ahí aún cuando la forma de relacionarte con ellas haya cambiado.

La pareja es algo ya de por si complejo, pero con la edad se vuelve más complejo aún ya que normalmente somos más «especialitos» con nuestras cosas y unir dos mundos tan definidos no es facil.

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¿Lo aprendes, o lo vives?

Los seres humanos tenemos un cerebro espectacular. Una mente pensante que está siempre maquinando y analizando todo lo que ocurre tanto fuera como dentro de nuestra persona.

Pero toda esta inteligencia tiene una consecuencia negativa importante que nos impide, primero: tener una experiencia plena de quiénes somos ahora mismo, no en el pasado o en el futuro… sino ahora en el presente. Y segundo: nos engaña con una sensación de progreso, de evolución o aprendizaje que es falsa…

Somos tan inteligentes que hemos conseguido engañarnos a nosotros mismos, tan bien, que podemos estar años así, sin darnos cuenta…

Porque el problema de este aprendizaje mental es que no lo llegamos a integrar. No pasa a ser parte de quién somos. Es simplemente algo que analizamos con nuestra mente, por lógica nos parece bien, y nos forzamos a actuar.

Es muy diferente cuando eres espontáneo, cuando haces lo que sientes, a cuando actuas como piensas que tienes que actuar. En el primer caso expresas quien eres, pero puede ser algo impredecible, inadecuado a veces, con un alto riesgo de producir rechazo en los demás. Lo que pasa es que en el segundo caso lo único que haces es disfrazarte. Ocultarte para actuar como «es debido».

Y no solo como esperan los demás… Esto puede ocurrir cuando te autoconvences de que algo nuevo que acabas de aprender es mejor y te fuerzas a cambiarlo. Por ejemplo, cuando la gente descubre la «espiritualidad» desde la mente y empiezan a meditar, a decir que aman a todo el mundo, etc…

Pero no es real… es solo que usando la lógica cerebral has llegado a la conclusión de que tienes que actuar o sentir de una cierta manera para «ser mejor» y lo haces… pero no lo integras. No es real…

El amor

Y ya que menciono el amor, voy a seguir por ahí… Se habla tanto de lo importante que es el amor en el mundillo espiritual, de que somos uno y todo eso, pero normalmente se hace de esta forma… como un pensamiento que «tiene que ser así», y no… no tiene que ser de ninguna manera…

Tú no tienes por qué sentir que eres uno con nadie, ni tienes por qué sentir amor por otra persona. Esto no va de pensar «¡Hey, el mundo sería mejor si todos nos amásemos los unos a los otros!» y forzarse a hacerlo. Vas a recibir de vuelta todo el cabreo y desamor que no ves en ti, tu disfraz se va a romper enseguida y saldrá quien eres… más tarde o más temprano…

No… simplemente se trata de ser quien eres, amar cuando ames, odiar cuando odies. Ya está…

El amor, como fuerza integradora que hace que nos sintamos parte de algo más grande, no tiene sentido cuando se fuerza, porque entonces no es más que una actuación, y seamos sinceros: no solemos ser muy buenos actores… Y sí, esa actuación podría dar la apariencia de armonía, incluso una sociedad podría parecer muy avanzada funcionando así, pero solo en la superficie, porque escondería todo lo «feo» que no queremos ver en nosotros, todo lo que rechazamos, todo el odio, todo el egoismo, el miedo… y acabaría saliendo por algún lado…

La educación

Nunca he sido muy fan de la educación en general. No sabía muy bien por qué, quizás un «espíritu adolescente», rebelde, que me salía en contra de cualquiera que te dijese lo que tienes que hacer, o cómo tienes que ser… la moralidad impuesta… quizás por eso me encanta “Another brick on the wall”…

Pero pensando en esto de lo que hablo aquí, me doy cuenta de que justo la educación representa este principio de una forma muy explícita: Se trata de inculcar un comportamiento a un niño que viene libre de condicionamientos. Enseñarle cuál es la forma correcta de actuar en la sociedad/cultura en la que ha nacido. Y al ser desde muy pequeño, muchos de estos aprendizajes calan en el inconsciente volviéndose automáticos, pero siguen siendo algo aprendido desde la cabeza y muchas veces van en contra de quién el niño es a un nivel más profundo, creando una gran insatisfacción una vez han conseguido que ese niño se resigne a cómo funciona el mundo a su alrededor.

La mente y el aprendizaje…

Actuar desde la lógica y no desde lo que sientes…

Acabar con la intuición…

El verdadero aprendizaje

No sé si tiene sentido hablar de aprendizaje, aunque a mí me gusta mucho hablar de «la toma de consciencia» porque supongo que me parece algo diferente…

Tomar consciencia implica simplemente ver un poco más lejos… incluir algo que antes desconocías y que simplemente al verlo te cambia la perspectiva. Pero esto no puede ser enseñado, no puede ser impuesto…

Tampoco estoy diciendo que no se enseñe nada a los niños, pero sí que sea lo mínimo y no desde el «esto está bien, esto está mal» sino más desde un entender que hay ciertos «acuerdos» y costumbres, que tenemos que aceptar el mundo al que venimos y a veces hay que adaptarse, pero no es lo mismo ponerse un traje, sabiendo que es algo puntualmente necesario que autoconvecerte de que tú eres el traje… y te encanta.

Por eso me molesta cuando, por ejemplo, se obliga a los niños a dar las gracias. Parece que lo único que importa es la apariencia de agradecimiento, la convención social. Y sí, tú puedes explicarle al niño que es una convención social y que con ciertas situaciones se espera que lo hagas, pero no hace falta hacerle sentir culpable o inadecuado por no sentir agradecimiento en ciertos momentos. Es lógico que no lo sientan… son inmaduros por naturaleza… pero muchas veces los adultos solo queremos que se «porten bien» por nuestra propia comodidad o porque nos da verguenza que “la líen” en público, cuando es lo más normal siendo niños…

Yo prefiero que si mi hijo me da las gracias sea porque sale de él de forma natural, porque lo sienta, no porque le haya machacado yo tanto que al final «sucumba» y se porte así por miedo…

Y como esto todo lo demás: los modales, la forma de hablar, jugar, expresarse, etc… Me da la sensación de que los adultos somos unos «aguafiestas» que perdimos nuestra espontaneidad y no podemos soportar verla en los que aún la tienen…

En fin…

Al final es eso… la espontaneidad… pero cuidado: ahora tu cerebro puede decir que lo «lógico» es ser espontáneo y empezar a forzarte a serlo porque «es lo correcto»… no… no funciona así… se trata de quitarse cadenas, no de ponerse cada vez más…

Las «visicitudes» de las relaciones modernas

Quería poner «struggle of modern relationships» y no se si la traducción es la más adecuada… en fin… Empezamos:

Veía un video de un psicólogo que habla mucho sobre las relaciones desde un punto de vista crítico con el feminismo moderno, y comentaba el hombre que muchas mujeres con las que habla le comentan que son mujeres de éxito, con una carrera potente y buen sueldo, responsables y de «alto valor», y se ven en la situación de no encontrar hombres que estén «a su altura» para comenzar una relación. Se tienen que conformar con hombres de menos éxito o «valor» y muchas de ellas casi prefieren quedarse solas.

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Ante esto, el hombre comenta algo así como «bienvenida al mundo de los hombres», dando a entender que esa es la posición que han tenido los hombres tradicionalmente, aportando todo ese valor en la relación para una persona que «claramente está por debajo»

No voy a entrar en el tema de si es la mujer o el hombre, o qué rol han de tener en una relación. No me interesa… Lo que me interesa es la visión transaccional que estas personas (sean hombres o mujeres) muestran al expresar esta queja.

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Palabras inconexas…

Hubo una época en la que mis hijos no habían nacido aún y yo era un chavalín inconsciente que deambulaba con sus movidas de un lado a otro, pero sin embargo ellos estaban presentes.

Foto de Vitolda Klein


Si se lo dices te mirarán incrédulos… “¿De que me hablas?” podrían preguntar…  Pero eso solo es la superficie de un mar inmenso que nos azota a todos: la eternidad; la permanencia…

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A todas esas personas que nunca conocí…

Sé que nunca llegué a verte realmente. Creé una imagen de ti en mi mente y di por supuesto que esa imagen eras tú. 

Para bien o para mal, no fui capaz, o mejor dicho no quise mirar más limpiamente para conocer a la persona que se escondía detrás de mis suposiciones, mis conclusiones y prejuicios porque era más cómodo, más fácil.

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Falacias para defender relaciones abiertas…

Escuchando a personas defender el modelo de “relación abierta” me llama la atención como casi siempre esta defensa se hace contraponiendo este modelo con lo que ellos entienden por relación monógama, pero que está muy lejos de lo que realmente significa una relación exclusiva sana… Una especie de “hombre de paja” que pretende mostrar la relación abierta como el summum de la libertad opuesto al opresivo modelo “tradicional”.

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Todo lo que comienza tiene un final… Gracias Sergi…

Recuerdo la primera vez que fui a ver una charla de Sergi Torres… en un pequeño local de Lavapiés hace unos 9 años. Ya había escuchado alguno de sus videos y me fascinaba su capacidad para desentramar la aparente complejidad de la vida, las relaciones, la consciencia…

Hoy acabo de ver su última charla en Barcelona, parece que última en el sentido literal… no habrá más… un final, un principio, no tengo ni idea…

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Verónica Forqué se ha suicidado, hijos de puta

Verónica Forqué se ha suicidado y al parecer su última aparición en la tv fue en un programa de mierda donde mostró su vulnerabilidad para inmediatamente ser el haz de reir de las redes (para esos va el título de este texto, por cierto). 

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Os comieron la cabeza… y lo habéis permitido.

Parece que el dinero lo puede todo, o al menos es lo que casi todo el mundo parece pensar, y como un hechizo lanzado sobre la población mundial, sus efectos han moldeado nuestra cultura y percepción de los acontecimientos desde hace muchos años, cada vez de forma más eficiente.

Pero, ¿Como se consigue semejante proeza? ¿Como se anula la capacidad crítica de millones de personas? El dinero no es suficiente, hace falta usarlo de forma correcta en lo que es realmente una guerra abierta contra la población mundial. Una guerra para conseguir eliminar cualquier atisbo de individualidad y capacidad creativa de pensamiento. ¿Para qué? Para nunca volver a ser una amenaza para los poderes establecidos.

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Honestidad y confianza

Vuelvo a las relaciones: ¿Cómo podemos saber si una relación es auténtica? Primero… por relación auténtica me refiero a una relación donde hay una comunicación real entre las personas. Se podría argumentar que sin esto no hay relación realmente, simplemente personas que interactuan.

Partiendo de la base de que la comunicación ha de ser real, tenemos dos factores importantes: primero, que el emisor de un “mensaje” sea honesto y no oculte o intente engañar al otro y segundo, que el receptor reciba de buena fe esta comunicación. Basicamente honestidad y confianza. Por supuesto, ha de ser algo bidireccional.

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No te dañes…

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Circulan mucho ultimamente mensajes pseudo-newage donde se habla de conceptos como la responsabilidad personal, hacerse cargo, etc… y esto estaría genial si no fuera porque muchas veces las frases para facebook que se suelen compartir simplifican demasiado algo complejo o directamente extienden ideas dañinas.

Un concepto que creo que no se entiende bien es el de “el otro como un espejo”, y veo tanto casos donde se recibe como básicamente “toda la culpa de lo que te ocurre es tuya” o diréctamente se usa de una forma culpabilizadora hacia los demás, con frases tipo: No te han hecho daño, simplemente te duele que no se cumplieron tus expectativas.

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Feliz día de la mujer trabajadora! Emancipémonos!

“Hermanas, ya nos emancipamos de los hombres, ahora todos y todas juntas, unámonos para emanciparnos del estado!”

Al contrario de lo que desde los diferentes poderes nos intentan hacer creer y promocionan activamente, nuestros problemas y nuestra felicidad no dependen realmente de ellos y muestro bienestar no será provisto desde «arriba».

Todo sistema vertical crea opresión y dependencia.

Ningún partido político te va a solucionar la vida, ninguna empresa va a cuidar de ti y al estado le importas un comino como persona. Los únicos que podemos cuidarnos, apoyarnos y ayudarnos a levantarnos después de una caida somos nosotros y nosotras juntos, creando relaciones horizontales de interdependencia…

Amistad, familia, familia extendida, vecinos, personas a nuestra altura que desde el amor y la inclusión del otro en uno mismo pueden darse sin esperar nada a cambio y recibir libremente, sin sentirse dependientes.

Ellos buscan aislarnos, promueven el individualismo y la infantilización de la sociedad para mantenernos dependientes y bajo su poder. Romper las cadenas es solo cuestión de empezar a hacernos cargo de nuestras vidas, tanto a nivel individual como colectivo, y dejar de esperar que nuestras necesidades sean satisfechas desde arriba.

Por eso brindo por restablecer los vínculos horizontales de apoyo mutuo y romper los verticales que nos someten. Feliz 8M y mucho amor!

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¿Relaciones “especiales”?

Fotograma de «La princesa prometida» de Rob Reiner

Voy a poner una idea sobre la mesa… una idea un poco radical… descerebrada quizás, y que puede enfrentar una creencia metida profundamente en nuestras mentes (me incluyo). La idea es:

“Una relación de pareja no tiene por qué ser una relación “especial”. No tiene por que ser ni más profunda, ni más significativa, ni más íntima que otras relaciones que tienes en tu vida. Esa idea nace desde una profunda inseguridad”

Ahí la dejo…

Antes de que me empeceis a lanzar tomates o cosas peores voy a explicar un poco lo que quiero decir:

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¿La sociedad perfecta?

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La humanidad ha buscado crear formas ideales de organizarse socialmente a través de toda la historia, formas que han ido evolucionando con el tiempo y contexto social de cada momento, pero que suelen tener algo en común: no funcionan en la práctica.

Y creo que hay algo importante que muchos, especialmente personas que ostentan el poder, no acaban de ver: Todo sistema que pretenda crear una socidedad armoniosa y solidaria, impuesto desde “arriba”, está condenado al fracaso.

Hay una prepotencia tremenda en el hecho de pensarse con la capacidad de crear ese sistema perfecto. Solo este hecho ya planta la semilla de la imposibilidad porque de inicio divide a las personas en dos grupos: los que tienen la “solución” y a los que se aplicaría esa “solución”. Los que tienen el poder y los que no (por su propio bien, claro).

El problema es que ese sentimiento de tener la “solución” a todos los problemas nace de una profunda falta de aceptación del otro y de la realidad en la que se vive (en el mejor de los casos) o de un deseo patológico de tener poder sobre los demás (en el peor).

Por lo tanto, sistemas que en un principio podrían parecer ideales se convierten en una distopía al ser forzados sobre la sociedad, normalmente con resultados catastróficos. El siglo 20 está lleno de tristísimos ejemplos…

Lo que nace del odio, genera odio.

Lo que nace del enfrentamiento, genera enfrentamiento.

La solidaridad real es voluntaria, la armonía real es una consecuencia directa del nivel de consciencia de las personas que interactuan en sociedad, no del miedo al castigo. Nada de eso puede ser forzado, y al ser impuesto se convierte siempre en un sistema totalitario.

Por eso la solución es simple y al mismo tiempo imposible de aplicar, de forzar, de planificar o implementar desde el poder:

Es sencillamente el amor.

El amor, que para mi es la capacidad de integrar al otro en tí, es lo único que hace que tomes decisiones que no te benefician a ti por solidaridad con otra persona. Ya que el otro te importa genuinamente. Si el otro te importa, si hay amor, tus acciones nacerán desde el cuidado, tanto de ti mismo, como de los demás, y es solo ahí donde se puede generar una armonía real. Donde cualquier conflicto se puede resolver desde un lugar, no de imposición del que tenga más poder sobre los demás, sino desde una genuina busqueda de soluciones que puedan satisfacer a todas las partes.

Pero es obvio que no vivimos en un mundo que funcione así. Es obvio que la mayoría de decisones que nos afectan no nacen del amor. Es obvio que estamos aún anclados en una lucha de poder que se reproduce desde los grandes conflictos mundiales hasta las relaciones individuales más íntimas entre las personas. ¿Se puede hacer algo al respecto?

No lo sé.

Creo que el mero hecho de buscar una solución que se pueda aplicar la invalida como solución.

De lo que estoy seguro es de que este mundo en el que vivimos nos esta reflejando constantemente nuestras sombras. Estoy seguro de que vivir en este mundo y ver fuera todo tipo de situaciones y eventos que no nos gustan nada nos puede servir para iluminar todos esos aspectos internos que nos desagradan, que no podemos aceptar y que preferimos proyectar fuera, en el otro.

Hay un posible aprendizaje real donde cada uno puede hacerse cargo de su vida.

Y es quizás a través de ese viaje a nuestras profundidades individuales como podríamos llegar a una sociedad donde podamos mirar fuera sin rencor, sin odio, con comprensión y amor. Quizás ese viaje de emancipación personal es lo que puede traer una emancipación real de la humanidad como conjunto.

Solo entonces, cuando los poderes paternalistas que nos controlan como si fuesemos niños pequeños se vuelvan irrelevantes, solo entonces, tendremos la madurez suficiente como para decidir como queremos vivir en sociedad por nosotros mismos.