
Ser honesto?

Hay dos tipos de personas en el mundo: las que se hacen cargo de su vida y las que no.
Veía un video sobre la «honestidad radical» y sus multiples ventajas, incluso en ámbitos en los que yo desconocía totalmente su aplicación. Una honestidad total no solo con los demás pero también con uno mismo, que aún pareciéndome fantástica y siendo algo que he compartido siempre, mejora no solo las relaciones con los demás, pero también ayuda (y esto lo desconocía) a reducir el riesgo de adicciones y otros problemas mentales que abundan en el mundo moderno.
Aquí voy a centrarme más en las relaciones porque éste video ha sido como una ráfaga de aire fresco después de observar la tendencia hacia una comunicación infantilizadora y deshonesta: la «Comunicación No Violenta», o CNV…
Ésta forma de comunicación, pretendiendo ser una solución a los conflictos y a los malos entendidos, eternas discusiones o cabreos, lo que consigue es convertirse en una barrera, una especie de filtro, que básicamente lo que consigue es distanciar a las personas antes cercanas…
Para mi es en esencia un arma de destrucción de relaciones.
¿Por qué?
Lo primero y para mi más importante es que elimina la espontaneidad en la comunicación entre personas que (en teoría) se quieren y comparten algún nivel de intimidad (pareja, amigos cercanos, familia, etc…). No me interesa lo útil que pueda resultar en el trabajo o en el ámbito de la educación. Eso es tema para otro texto…
Cuando una persona te importa y compartes una cercanía, la honestidad es PRIMORDIAL. Sin honestidad estás creando un personaje falso para que el otro te perciba de una cierta manera calculada y artificial. Me importan poco las razones (miedo al rechazo, interés por conseguir algo, o lo que sea), el caso es que hay una especie de «ente» intermedio entre tú y tu interlocutor. Este «ente» traduce lo que quieres expresar filtrando o modificando tu discurso para adaptarlo al otro. El otro te recibe sin saber lo que hay detrás de ese «ente». No te llega a conocer nunca.
Dos personas relacionándose de esta forma en realidad no se están relacionando. Cada uno se relaciona con una imagen adaptada por el otro. Y sin conocerse no hay forma de confiar. Y sin confianza no hay relación, no hay nada.
Esto no significa que no sea bueno tener una medida de control a la hora de hablar con alguien a quién queremos. Se da por supuesto que te importa esa persona y no vas a empezar a agredirla y faltarle el respeto con la excusa de ser honesto. Si explotas y te pones a gritar de forma descontrolada a alguien cercano, no estás siendo ni sincero ni espontáneo. Estás siendo un gilipollas. Y mereces que esa persona se aleje de ti sin ninguna explicación (esto es simplemente una opinión… cada uno lidia con el abuso a su manera, por supuesto)
Aclarado este detalle sigo: Cuando tu sientes que algo que ha hecho otra persona te ha dañado hay varios niveles que pueden ser analizados. Primero es reconocerse como «el que siente» y ver qué hay en ti que pueda hacerte más sensible al comportamiento del otro. Esto no pretende quitarle responsabilidad sobre sus actos, simplemente ver si hay algo en ti, una herida oculta que surge cuando te «tocan» en un «punto» concreto. Lo segundo es cómo reaccionas. Aquí es donde creo que es importante ser honesto y espontáneo. La CNV propone una serie de pasos que convierten toda comunicación en un ejercicio de análisis mental y de suposiciones sobre el otro que eliminan cualquier atisbo de autenticidad. Dependiendo de la cercanía y el nivel de confianza tú decides qué quieres compartir con la persona sobre lo que sientes y se lo comunicas (o no) tal cual lo sientes. Después ejerces tus limites si lo ves necesario mediante la acción, que será diferente dependiendo de la cercanía y la importancia de esa persona en tu vida.
Otro punto que me parece totalmente inadecuado es que con la excusa de «cuidar» al otro, lo que se hace es infantilizarlo y presuponer qué le puede sentar mal o hacer daño, adaptando el discurso con la pretensión de evitar ese posible daño. Es básicamente como caminar descalzo entre cristales rotos aunque al final puedan resultar ser inofensivos trozos de papel de plástico… No lo sabes.
Porque ¿quién eres tú para presuponer lo que le va a sentar mal o bien a otra persona separada de ti? No estás en su cabeza y además se supone que ambos sois adultos responsables de si mismos. Si algo le molesta te lo dirá y viceversa.
Y hablo de infantilizar porque al hacer este movimiento, te estás colocando por encima de esa persona de una forma muy paternalista, algo totalmente legítimo si estás tratando con niños pequeños que necesitan especial atención, tacto y no tienen la madurez emocional necesaria para lidiar con emociones «difíciles», pero no con adultos que supuestamente sí tienen esa madurez.
Me preocupa que este estilo de comunicación encaje tan bien con el individualismo rampante y la forma que tenemos como sociedad de vivir cada uno en su «burbuja» desde donde no necesita exponerse y puede juzgar a los demás sin nunca conocerlos realmente. Esa falta de implicación y voluntad de conocer al otro, de mostrarse uno mismo vulnerable… real… imperfecto… roto…
Porque efectivamente: no me interesa tu apariencia de perfección, ni que seas como yo quiero que seas (algo que muchos intentan conseguir aplicando la CNV de forma perversa). Si no estás dispuesto a mostrarte nunca podrás acercarte realmente a nadie…
Una cosa que decían en el video era que solemos pensar que al mostrarnos con todos nuestros defectos, los demás nos van a rechazar, pero se ha comprobado una y otra vez que es todo lo contrario. Porque es nuestra forma de conectar con nuestro propio dolor, nuestra vulnerabilidad, y es lo que nos une al final…
Aquí tenéis el video por si os interesa:
Los seres humanos tenemos un cerebro espectacular. Una mente pensante que está siempre maquinando y analizando todo lo que ocurre tanto fuera como dentro de nuestra persona.
Pero toda esta inteligencia tiene una consecuencia negativa importante que nos impide, primero: tener una experiencia plena de quiénes somos ahora mismo, no en el pasado o en el futuro… sino ahora en el presente. Y segundo: nos engaña con una sensación de progreso, de evolución o aprendizaje que es falsa…
Somos tan inteligentes que hemos conseguido engañarnos a nosotros mismos, tan bien, que podemos estar años así, sin darnos cuenta…
Porque el problema de este aprendizaje mental es que no lo llegamos a integrar. No pasa a ser parte de quién somos. Es simplemente algo que analizamos con nuestra mente, por lógica nos parece bien, y nos forzamos a actuar.
Es muy diferente cuando eres espontáneo, cuando haces lo que sientes, a cuando actuas como piensas que tienes que actuar. En el primer caso expresas quien eres, pero puede ser algo impredecible, inadecuado a veces, con un alto riesgo de producir rechazo en los demás. Lo que pasa es que en el segundo caso lo único que haces es disfrazarte. Ocultarte para actuar como «es debido».
Y no solo como esperan los demás… Esto puede ocurrir cuando te autoconvences de que algo nuevo que acabas de aprender es mejor y te fuerzas a cambiarlo. Por ejemplo, cuando la gente descubre la «espiritualidad» desde la mente y empiezan a meditar, a decir que aman a todo el mundo, etc…
Pero no es real… es solo que usando la lógica cerebral has llegado a la conclusión de que tienes que actuar o sentir de una cierta manera para «ser mejor» y lo haces… pero no lo integras. No es real…
Y ya que menciono el amor, voy a seguir por ahí… Se habla tanto de lo importante que es el amor en el mundillo espiritual, de que somos uno y todo eso, pero normalmente se hace de esta forma… como un pensamiento que «tiene que ser así», y no… no tiene que ser de ninguna manera…
Tú no tienes por qué sentir que eres uno con nadie, ni tienes por qué sentir amor por otra persona. Esto no va de pensar «¡Hey, el mundo sería mejor si todos nos amásemos los unos a los otros!» y forzarse a hacerlo. Vas a recibir de vuelta todo el cabreo y desamor que no ves en ti, tu disfraz se va a romper enseguida y saldrá quien eres… más tarde o más temprano…
No… simplemente se trata de ser quien eres, amar cuando ames, odiar cuando odies. Ya está…
El amor, como fuerza integradora que hace que nos sintamos parte de algo más grande, no tiene sentido cuando se fuerza, porque entonces no es más que una actuación, y seamos sinceros: no solemos ser muy buenos actores… Y sí, esa actuación podría dar la apariencia de armonía, incluso una sociedad podría parecer muy avanzada funcionando así, pero solo en la superficie, porque escondería todo lo «feo» que no queremos ver en nosotros, todo lo que rechazamos, todo el odio, todo el egoismo, el miedo… y acabaría saliendo por algún lado…
Nunca he sido muy fan de la educación en general. No sabía muy bien por qué, quizás un «espíritu adolescente», rebelde, que me salía en contra de cualquiera que te dijese lo que tienes que hacer, o cómo tienes que ser… la moralidad impuesta… quizás por eso me encanta “Another brick on the wall”…
Pero pensando en esto de lo que hablo aquí, me doy cuenta de que justo la educación representa este principio de una forma muy explícita: Se trata de inculcar un comportamiento a un niño que viene libre de condicionamientos. Enseñarle cuál es la forma correcta de actuar en la sociedad/cultura en la que ha nacido. Y al ser desde muy pequeño, muchos de estos aprendizajes calan en el inconsciente volviéndose automáticos, pero siguen siendo algo aprendido desde la cabeza y muchas veces van en contra de quién el niño es a un nivel más profundo, creando una gran insatisfacción una vez han conseguido que ese niño se resigne a cómo funciona el mundo a su alrededor.
La mente y el aprendizaje…
Actuar desde la lógica y no desde lo que sientes…
Acabar con la intuición…
No sé si tiene sentido hablar de aprendizaje, aunque a mí me gusta mucho hablar de «la toma de consciencia» porque supongo que me parece algo diferente…
Tomar consciencia implica simplemente ver un poco más lejos… incluir algo que antes desconocías y que simplemente al verlo te cambia la perspectiva. Pero esto no puede ser enseñado, no puede ser impuesto…
Tampoco estoy diciendo que no se enseñe nada a los niños, pero sí que sea lo mínimo y no desde el «esto está bien, esto está mal» sino más desde un entender que hay ciertos «acuerdos» y costumbres, que tenemos que aceptar el mundo al que venimos y a veces hay que adaptarse, pero no es lo mismo ponerse un traje, sabiendo que es algo puntualmente necesario que autoconvecerte de que tú eres el traje… y te encanta.
Por eso me molesta cuando, por ejemplo, se obliga a los niños a dar las gracias. Parece que lo único que importa es la apariencia de agradecimiento, la convención social. Y sí, tú puedes explicarle al niño que es una convención social y que con ciertas situaciones se espera que lo hagas, pero no hace falta hacerle sentir culpable o inadecuado por no sentir agradecimiento en ciertos momentos. Es lógico que no lo sientan… son inmaduros por naturaleza… pero muchas veces los adultos solo queremos que se «porten bien» por nuestra propia comodidad o porque nos da verguenza que “la líen” en público, cuando es lo más normal siendo niños…
Yo prefiero que si mi hijo me da las gracias sea porque sale de él de forma natural, porque lo sienta, no porque le haya machacado yo tanto que al final «sucumba» y se porte así por miedo…
Y como esto todo lo demás: los modales, la forma de hablar, jugar, expresarse, etc… Me da la sensación de que los adultos somos unos «aguafiestas» que perdimos nuestra espontaneidad y no podemos soportar verla en los que aún la tienen…
En fin…
Al final es eso… la espontaneidad… pero cuidado: ahora tu cerebro puede decir que lo «lógico» es ser espontáneo y empezar a forzarte a serlo porque «es lo correcto»… no… no funciona así… se trata de quitarse cadenas, no de ponerse cada vez más…
A veces me pregunto, qué es lo que hace que una persona piense que tiene derecho a que otro le “sirva”.
Vuelvo a las relaciones: ¿Cómo podemos saber si una relación es auténtica? Primero… por relación auténtica me refiero a una relación donde hay una comunicación real entre las personas. Se podría argumentar que sin esto no hay relación realmente, simplemente personas que interactuan.
Partiendo de la base de que la comunicación ha de ser real, tenemos dos factores importantes: primero, que el emisor de un “mensaje” sea honesto y no oculte o intente engañar al otro y segundo, que el receptor reciba de buena fe esta comunicación. Basicamente honestidad y confianza. Por supuesto, ha de ser algo bidireccional.