Las largas horas de verano…

Hace muchos años escribí una historia corta donde el protagonista, un anciano de la época antigua, subía todos los días a una montaña a medir la posición de una “estrella”. 

En la historia, escrita desde el punto de vista del hombre, él mencionaba como las horas eran más largas en verano, y no se si entraba a hablar en detalle sobre esta idea, pero si recuerdo haber pensado que por lógica, la humanidad en sus tiempos más antiguos, debió haber medido el tiempo en base a la salida y la puesta de sol (en realidad, viendo los antiguos relojes de sol queda bastante claro), por lo que en invierno (en el hemisferio norte), si dividimos el día en un número fijo de horas, éstas serían más largas en verano, cuando el día dura más… 

Photo by Patti Black on Unsplash

Ayer me encontré con un video donde explican como en Japón, hasta hace no demasiados siglos, los relojes medían el día en horas que eran de diferente longitud dependiendo de la estación, y también por supuesto, de diferente longitud durante la noche… Ésto me recordó a mi historia y me volvió a llevar a pensar en como los diferentes modos de medir el tiempo influyen en nuestra vida.

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Nos perdimos…

Desde los confines de la historia el ser humano a evolucionado como ser social. Solos eramos vulnerables, juntos eramos poderosos. Todo avance humano se ha hecho en grupo y colaborando (ya sea de forma voluntaria o no, que sería otro tema).

Además el ser humano es un mamífero, un ser sexuado. Nuestras sociedades siempre se han formado desde esa báse tan física, tan animal, tan “básica” y sobre esa base hemos construido un mundo que al final se ha acabado avergonzando de su propia naturaleza. Nos hemos separado de nuestros orígenes.

Ésto no pretende ser una apología de una imposible vuelta al pasado, ni nada que se le parezca, por donde voy tiene más que ver con el hecho de que negando quienes somos nos estamos perdiendo.

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