Cuando vives desconectado, aislado de todo lo que tienes a tu alrededor, metido en tu cabeza, pensando que tu «ser» está limitado por tu mente y tu cuerpo, y observas el mundo desde ese pequeño punto de vista, es lógico tener miedo. También es lógico que uses todas las herramientas a tu alcance para intentar evitarlo…
Tu PODER entonces depende de la capacidad que tengas para conseguir que tu entorno se adapte a tus deseos. Todas las personas pasan a ser herramientas que manejar: objetos.

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En este estado, todo lo que no tengas capacidad de controlar se convierte en una incógnita en el mejor de los casos, pero más habitualmente en una amenaza. La amenaza de lo desconocido, de que ocurra algo que tu vivas como perjudicial, algo que no tenías previsto… que duela.
Alguien puede decir o hacer algo que te moleste, que te rompa los esquemas, que te ponga en una situación incómoda… y ese alguien puede ser cualquiera: un conocido, alguien por Twitter, tu pareja, tu padre, tu hija… da igual mientras el resultado sea que tú te acabas viendo incapaz de controlar el resultado de la interacción…
Es por esto que la libertad la vemos como un ideal inalcanzable, porque la libertad implica incertidumbre, el riesgo de que los demás actúen de forma que a nosotros nos pueda parecer mal, de forma «errónea» o directamente dañina.
La libertad está bien para nosotros y para el grupo que está de acuerdo con nosotros. El resto, los que están «claramente» equivocados han de ser callados y reconducidos por el buen camino. Y si no quieren: directamente expulsados o encerrados.
Al final entonces es libre quien puede serlo. Es un tema de PODER. Si tengo el poder de llevar a cabo mis deseos soy libre de realizarlos. Si hay alguien con más poder que se opone, mi libertad terminará ahí.
Vivimos en sociedades supuestamente libres (democracias liberales las llamaban) donde supuestamente tenemos la capacidad de forjarnos una vida en la dirección que nos guste más, estudiando, trabajando y asociándonos con personas afines, formando grupos, familias, para perseguir y conseguir nuestros objetivos.
Pero esa libertad es solo una ilusión. No es real. Eres libre siempre y cuando no traspases los limites impuestos por los que están en el poder. Ellos fueron supuestamente colocados ahí para realizar la tarea de mantener un marco común donde podamos vivir nuestras vidas, unas leyes mínimas de comportamientos aceptados en sociedad. Nosotros les permitimos realizar las gestiones del bien común porque no es práctico hacerlo por toda la población, pero son ellos los que deberían tener un deber hacia nosotros, no al revés…
¿Qué pasa? Pues que volvemos a que en realidad todo esto es una ilusión, algo que nos quieren hacer creer para que nos quedemos tranquilos. Se aprovechan de que las personas lo que quieren es vivir su vida tranquilos pero nunca cedimos ningún poder porque nunca lo tuvimos.
la realidad es bien distinta: Unos pocos tienen el poder controlando toda la capacidad de actuar a gran escala mientras nosotros vivimos en los «huecos» que deja ese poder. Antes no tenían una capacidad de «micro-gestionar» toda nuestra vida, era algo tecnológicamente inviable, y la ilusión de libertad era más sólida. Ahora van adquiriendo esa capacidad a medida que la tecnología avanza y van revelando sus verdaderas intenciones. Vamos viendo que en realidad nunca fuimos libres. Lo bueno es que al mismo tiempo esa tecnología nos da una libertad que está fuera de su control: es un constante tira y afloja.
No voy a entrar en muchos más detalles porque creo que los últimos años han sido clave en este proceso y ya no es algo sutil… es muy directo. La idea que me interesa es la de libertad y poder y mientras alguien tenga el poder de limitar la libertad de otra persona seguiremos en esta rueda de conflictos donde el poder va cambiando de manos pero el grueso de la población sigue sometido.
Y no hay una solución más allá de que maduremos como sociedad, un proceso que no se puede forzar ya que no basta con forzar a la gente a comportarse de forma «correcta», es necesario que el respeto por la vida del otro nazca de cada uno de nosotros. Pero eso no es una solución. No hay recetas y todo intento de imponerlo nos devuelve a la misma rueda. Por eso fracasan todas las ideologías, porque siempre tratan de imponerse por la fuerza de alguna manera. Siempre ha de haber alguien que tenga el poder sobre la gente.
Somos una humanidad compuesta de niños dirigidos por los 4 «bullies» de la clase… y como todos los niños ya creceremos a nuestro ritmo. No podemos controlar ese proceso tal y como un niño no puede decidir cuando se hace adulto. Es lo que hay…
