Hoy, en la segunda luna llena de agosto, en una preciosa noche de verano, nos tomamos la última en la Higuera… como tantas otras noches pero esta vez de verdad…
Y es, en ese momento preciso, cuando todas las memorias comienzan a salir a borbotones… como las lágrimas de dolor cuando pierdes lo que de alguna manera ha sido tu segunda casa…
Recuerdo las tardes de merendola con mis hijos que al principio ni llegaban al suelo sentados en las sillas de la terraza y ahora ya empezaban a ir solos con su pandilla, encontrando en La Higuera un íntimo refugio en las tardes de lluvia y frío…
Las noches de marcha, esas en las que acabas el plan en Madrid pronto con poco alcohol para conducir hasta el pueblo y ya en La Higuera tomar la última (bueno… normalmente más de una) bailoteando a ritmo de la buena música que siempre os ha caracterizado…
Como en todos los conciertos de grupazos que habéis traído al pueblo, algunos conocidos, algunos amigos y muchas sorpresas desconocidas sin ningún prejuicio de estilos: jazz, blues, rock’n’roll, e incluso mi propia mezcla de folk, garaje y psicodelia…
Porque tocar en La Higuera fue más que un placer: tocar en La Higuera era como tocar en casa… y así me hicisteis sentir desde el principio: Bienvenido. Y creo que ese sentimiento es compartido entre todos los que hemos pasado por allí durante todos estos años.
Tantas cosas han ocurrido allí: entre las mesas y los variopintos sillones, entre los viejos libros, las fotos y los cuadros… En la terraza con esa luna de verano que ahora os despide: principios, finales, reencuentros con amigos, guitarreos canallas, tardes de risas interminables o simplemente acogida en días difíciles…
Agradecido se queda corto para expresar como me siento…
Os deseo lo mejor: lo que nos habéis dado todos estos años es incalculable. De verdad. Se os va a echar tanto de menos… pero todo final es en realidad un nuevo principio y allí estaremos para verlo también. Así que esto no es realmente un «adiós», es simplemente un «hasta pronto»…
Como debe ser…
❤️