Hay una tendencia que me jode bastante y que lleva ya años desarrollándose en nuestra sociedad «moderna»: Es la de tratar a las personas como si fuesen idiotas.
Se puede ver en cosas tan pequeñas como unir el tapón de las botellas de plástico a la propia botella para que no se pierda, un ejemplo que puede parecer una chorrada, pero cuyas implicaciones son bastante serias. El mensaje es básicamente: «Sois todos unos inútiles irresponsables». Dan por hecho que la gente es una guarra y te lo ponen un poco más difícil.
En la automoción vemos una tendencia similar y aquí ya son palabras mayores. Los sistemas de seguridad automatizados que llevan los coches modernos ya elevan esta práctica a límites insospechados. Aparte de ser intrusivos y distraer al conductor con pitidos y mensajes en la pantalla cada dos por tres, te tratan como si fueses imbécil y para colmo funcionan mal…
Alquilé un coche recientemente (no me compro un coche de estos ni loco…) y pude comprobar de primera mano su efecto. Conducir es una de las pocas cosas que aprendemos de forma tan completa e integrada con el cuerpo que realmente llegamos a automatizar. Cuando conduces no piensas realmente en lo que estás haciendo, es un poco como caminar o correr, montar en bicicleta o tocar un instrumento. Si en algún momento detectamos cualquier anomalía en la periferia de nuestra mirada nuestra atención vuelve completamente y podemos resolver casi cualquier situación que surja.
Pero estos coches actuales están constantemente monitorizando tu conducción y dándote señales para que corrijas lo que detectan como problemas, o intentando facilitarte las cosas hasta el punto que una persona que nunca haya conducido un coche «normal», ahora mismo sería incapaz de hacerlo sin darse una hostia…
Nos idiotizan. Nos infantilizan.
Supongo que el objetivo final es que no conduzcamos nosotros, que lo haga el ordenador… la IA… tampoco trabajaremos ni tendremos ninguna responsabilidad… seremos eternos niños en un mundo controlado por robots que se encargarán de las tareas «adultas» ya que los humanos somos un peligro para nosotros mismos…
Lo que tengo claro es que estos sistemas aún dejan mucho que desear… Me las he visto para esquivar a una señora que caminaba por la carretera, luchando contra el sistema que te intenta mantener dentro del carril (y te mueve el volante cuando menos te lo esperas) para encima tener que aguantar un mensajito después diciéndome que «por favor me mantenga en el centro de mi carril». Otro mensaje gracioso era el de «haz una parada para tomarte un café, llevas muchas horas conduciendo» después de 5 minutos de coger el coche para volver a casa por la noche… o los pitidos cuando te pasas en 1km/h del límite de velocidad indicado por la señal que ha leído el coche… señal que por desgracia muchas veces no es adecuada a la vía por la que circulas.
Y esto va a ir a peor… claro… y quién sabe, quizás los humanos sí somos un peligro para nosotros mismos, pero sin la posibilidad de elegir entre hacer las cosas de forma responsable o no, sin esa elección, no vale nada hacer «lo correcto». No hay aprendizaje posible. Si no puedo elegir cuidar que no se me pierda el tapón de la botella y tirarlo junto a ésta a la basura, esa acción no significa nada.
Hace poco un amigo me decía que un conocido suyo no sentía la necesidad de ser solidario con nadie (haciendo donaciones, o colaborando de alguna manera con alguna ONG, por ejemplo) dado que ya le obligaban a serlo pagando impuestos, y mi amigo decía: «Pero claro… si es obligado no vale… no es verdadera solidaridad» y no lo es, obviamente. Porque el valor de una acción lo será en función de la elección que hacemos al tomarla más que por la acción en sí.
Poco a poco vamos perdiendo espacios de responsabilidad, donde nuestras decisiones pueden tener un resultado fatal o no en función de lo acertadas que sean. Nos meten en una especie de «jardin de infancia» eterno donde nuestras acciones no tienen consecuencias, para protegernos sí, pero lo único que consiguen es fomentar la irresponsabilidad: Si no me dejan equivocarme, no necesito tener cuidado en mis acciones…
Y alguien puede argumentar: «Es que la gente es irresponsable!», «Es que conducen fatal», etc… y es cierto: mucha gente es irresponsable, mucha gente conduce fatal. Este es el mundo real en el que vivimos y que no somos capaces de aceptar: hay que «arreglar» a toda esa gente, por los medios que sean necesarios, llegando incluso a la fuerza si hace falta…
Esto me lleva al debate sobre la libertad de expresión, otro de los aspectos de esta «infantilización» forzada que nos están tratando de imponer. Leía hoy que la UE está determinada a «proteger» a sus ciudadanos de discursos «dañinos», controlando la información que les puede llegar por las redes. Y yo me pregunto: ¿Somos realmente tan imbéciles que lo que diga alguien nos puede llegar a afectar de tal manera que pongamos en peligro nuestra vida o las vidas de las personas a nuestro alrededor? ¿Es algo que dice alguien, una idea expresada en forma de palabras, tan peligrosa para nosotros?
Quizás sí. Quizás haya personas que al ser expuestas a según que ideas, puedan llegar a realizar actos dañinos, no lo niego, pero de nuevo: tenemos una elección. Podemos elegir ser responsables o no. El problema es que el efecto de permitir a la gente expresar cualquier idea es también que estas ideas puedan hacer pensar al que las recibe, y esa persona puede llegar a pensar algo que a algunos no les guste. Y esto, ahora que comunicar está al alcance de cualquiera con una conexión a internet, tiene un potencial de cambio brutal, cosa que no gusta a los poderes. Por eso van a con todo a por cualquier resquicio de libertad de expresión que nos quede con estas leyes Orwelianas que estamos empezando a ver en algunos países de Europa. Por eso su censura es selectiva e ideológica.
La cuestión es que la libertad de expresión va en ambas direcciones: tú tienes libertad para expresar una «burrada» pero al mismo tiempo los demás tenemos también la libertad contestar con argumentos que la expongan. Por supuesto, en un mundo donde la mentira es una herramienta más al servicio de los poderosos, la posibilidad de que alguien pueda exponer sus mentiras no es algo que estén dispuestos a permitir.
Y es cierto: múltiples actores usan las mentiras y la manipulación, pervirtiendo este derecho fundamental. Pero esto debería ser un incentivo para que cada uno de nosotros intente informarse de la mejor manera posible antes de llegar a una conclusión alentada por alguno de estos actores. Lo de siempre: buscar múltiples fuentes y puntos de vista para intentar llegar a algo que se acerque a la verdad. De nuevo: ejercer nuestra responsabilidad.
Porque al final todo va de lo mismo: La responsabilidad de cada uno de nosotros para tomar las decisiones más acertadas, o en su defecto, aprender de nuestros errores.
Igual que, por mucho que le digamos a un adolescente que algo es peligroso, tiene que vivir la experiencia de equivocarse para madurar y llegar a ser adulto, nosotros los supuestos adultos seguimos en nuestro proceso de crecimiento con cada elección que, consciente o inconscientemente, tomamos cada día.
Y esto es una parte importante de nuestras vidas que por incompetencia o malicia nos están robando. ¿Se lo seguimos permitiendo?