En este mundo tan polarizado, ya no es que mucha gente actúe desde ese lugar donde todas sus acciones acaban teniendo de base una razón política y que de alguna manera sientan la necesidad de demostrar su virtud y sus convicciones hasta cuándo van a hacer sus necesidades…
No… además de eso (que al fin y al cabo los demás podemos ignorar) van a juzgarte a ti según esos mismos parámetros. Van a interpretar cualquier gesto, palabra o acción que vean de otra persona y van a creer que, como ellos, esa persona las realiza con la intención específica de expresar una idea política.
«Cree el ladrón que todos son de su condición…»
Porque claro, con la polarización en la que vivimos, donde «o estás conmigo o contra mí», todo el que haga algo que no nos guste será etiquetado como alguien del bando contrario. No existe otra posibilidad…
Así, cuando un futbolista (que no fue solo uno, pero interesaba señalar a éste) tiene un gesto despectivo con nuestro presidente, es tachado por todos los medios afines de «facha». Porque este futbolista no puede ser que simplemente se sienta incómodo teniendo que ir a dar la mano a alguien que le cae mal, dado que este hecho (que te caiga fatal este personaje) implica que tienes que ser un turbo-facha-ultra-mega-fascista…
Señoras y señores: No todo es política…
Las personas actúan según sus convicciones y valores y pueden reaccionar en base a lo que sientan en un momento determinado de forma espontánea. Y aunque parezca increíble no todo el mundo tiene algo que demostrar cada vez toma una acción.
La política es, de base, un mecanismo para conseguir cambiar a los demás. Ni más, ni menos. Hacer política es básicamente predicar tus convicciones y pretender que los demás las adopten. Puedo entender que un político que pertenece a un partido lo haga: al fin y al cabo es para lo que existe, para convencer al máximo número de personas y llegar al poder. Pero alguien «normal» que vive su vida, con su trabajo, familia, aficiones, etc… ¿para qué necesita «hacer política»? Pues para controlar a la gente de su entorno. Nada más…
En el momento en que tu intención directa al tomar una acción pasa a un segundo plano y lo más importante pasa a ser cómo la ven los demás, cómo reaccionarán o cómo les convencerá de que tu forma de pensar es la «correcta», estás perdido…
Primero: porque dejas de actuar como sientes y pasas a actuar desde el análisis: ¿Es esta acción algo que puede avanzar mi causa? ¿Demostraré la virtud de mis pensamientos?
Y claro, si actúas desde ahí, es muy probable que mires a todo el mundo con el mismo prisma. Cualquier cosa que a ti te parezca contraria a tu idea de cómo debería ser el mundo, se va a convertir, como mínimo, en una amenaza, porque puede hacer que alguien sea convencido de algo contrario a lo que tu deseas.
Y te va a dar igual si esa persona está politizada o no. Te va a dar igual porque el resultado puede ser el mismo. Todos al fin y al cabo somos un ejemplo para los que nos rodean. Verán nuestras acciones y éstas les afectarán, les harán pensar o reaccionar de una manera o de otra. Pero ser un ejemplo no es algo que se pueda controlar (para bien o para mal). Eso es precisamente lo que hace la política, por eso es siempre deshonesta, porque hay una intención detrás: es siempre manipulación e instrumentaliza a todo el que pille por delante si ve un posible beneficio.
Yo personalmente no pienso que cuando estos futbolistas actuaron de forma irrespetuosa ante el presidente lo hiciesen porque quisieran dar un mensaje al país, cambiar nuestra forma de pensar o convencernos de nada. Primero porque ese gesto precisamente va a provocar rechazo a cualquiera que no estuviese ya convencido: serían muy malos vendedores… Pero sobre todo porque a todos se les ve muy incómodos en esa situación. Parece que han sido forzados a ir allí. Han reaccionado como seres humanos que son, ante una situación desagradable para ellos. Son ante todo deportistas, no personajes públicos acostumbrados a medir sus palabras para conseguir un efecto determinado.
Son políticamente torpes, por eso son carne de cañón para toda la turba que va a sacar de contexto cada gesto o palabra que digan, esta vez sí, para buscar un resultado que beneficie a la causa que defiende, o sencillamente para justificar su posición ideológica.
Vamos a ver… Hay dos formas muy básicas de ver la vida: De forma respetuosa con la forma de ser de los demás, aceptándolos tal y como son, o todo lo contrario: viendo a los demás como personas que han de ser cambiadas, que están equivocadas y a las que hay que «educar» para que adopten el pensamiento «correcto».
Me da igual que tu ideología (si la tienes) sea de izquierdas, de derechas, del centro o pa’dentro… Si eres incapaz de aceptar que yo no comparta tu forma de pensar y todo tu afán es el de conseguir que todos adoptemos tu postura, no me interesa lo que tengas que decir. Bueno… en realidad tu ideología me da igual de todas maneras. La diferencia va a estar en que podamos tener una conversación o no, especialmente si tienes que recurrir a la manipulación.
Y todo suele empezar por un intento de convencer a los demás de que hay una forma de ver el mundo que es la «buena» y los que no piensan igual son los «malos». Demonizar al enemigo ideológico. Una táctica burda donde las haya que demuestra un desprecio claro hacia la inteligencia de la audiencia a la que va dirigido el mensaje. Las religiones tienen mucha experiencia en esto y los politicos lo han aprendido bien…
Mientras sigamos enrocados en esta forma de ver las cosas y de actuar seguiremos en un conflicto perpetuo que solo podrá terminar cuando seamos capaces de mirar al supuesto «enemigo» y aceptarlo. Comprender por qué piensa como piensa y entender que podemos convivir sin pensar igual. Dejar la política a un lado, sacarla de todos los aspectos de nuestras vidas y simplemente intentar vivir acorde a nuestros valores, entendiendo, con respeto, que estos valores son de cada uno de nosotros y que no tienen por que ser iguales (dentro de unos mínimos necesarios para convivir).
Por eso cuando leo comentarios de gente que habla, por ejemplo, de lo importante que es que «la escuela pública sea progresista», me saltan las alarmas igual que cuándo escuchaba a otros hablando de que la escuela ha de enseñar valores cristianos. Quizás a muchos lo segundo les pueda parecer algo rancio y desfasado y lo primero algo deseable, pero ambos supuestos son dos caras de la misma moneda: imposición.
Y qué se le va a hacer: hay muchas corrientes de pensamiento que son autoritarias por naturaleza. Corrientes ideológicas o religiosas cuyo afán es siempre una transformación de la sociedad en la que vivimos (y de las personas que la habitamos) a su ideal. En resumen: cero respeto, cero aceptación y cero tolerancia (y sí, aquí podéis incluir todas las variantes del comunismo, socialismo y sus supuestos opuestos como el fascismo en todas sus formas: son todo lo mismo en este sentido)
Así que por lo que a mí respecta podemos tirar a la basura todas las ideologías y sus respectivos representantes, los partidos políticos de todos los colores que las defienden y usan para su propio beneficio. Y repetiré una y otra vez que lo personal es personal. No es político .
A ver si empezamos a madurar y decidimos cómo queremos gestionar nuestra sociedad de una forma eficiente y justa, haciéndonos cargo sin delegar en esta pandilla de sanguijuelas a las que les hemos vendido nuestras almas a cambio de una falsa comodidad que cada vez es más incomoda… supongo que es necesario, al fin y al cabo el bebé nace porque ya le resulta insoportable estar dentro del útero de la madre: un ambiente que ha dejado de ser idílico y se vuelve apretado, incómodo… hostil.
¿Toca nacer?