Pongo «de derechas tampoco» tras un breve interludio en el que pienso que en caso contrario un lector algo malintencionado, quizás podría pensar que vengo aquí a justificar el anarco-capitalismo, o peor… la extrema derecha (también conocida como derecha extrema).
Cuando vives desconectado, aislado de todo lo que tienes a tu alrededor, metido en tu cabeza, pensando que tu «ser» está limitado por tu mente y tu cuerpo, y observas el mundo desde ese pequeño punto de vista, es lógico tener miedo. También es lógico que uses todas las herramientas a tu alcance para intentar evitarlo…
Tu PODER entonces depende de la capacidad que tengas para conseguir que tu entorno se adapte a tus deseos. Todas las personas pasan a ser herramientas que manejar: objetos.
En este estado, todo lo que no tengas capacidad de controlar se convierte en una incógnita en el mejor de los casos, pero más habitualmente en una amenaza. La amenaza de lo desconocido, de que ocurra algo que tu vivas como perjudicial, algo que no tenías previsto… que duela.
Viendo un video de una señora que parecía un poco perdida con este tema, me he animado a escribir un poquillo…
Básicamente diferenciaba el hecho de «poner límites» de un «ultimatum» en la forma en la que comunicas a la otra persona lo que quieres en una relación. Algo muy sutil…
Nada más lejos de la realidad… La diferencia entre límite y ultimatum es tan clara y sencilla como la diferencia entre poner el foco en ti y poner el foco en el otro.
Ya escribí sobre esto de forma general hace un tiempo: la frasecita de marras de Simone de Bouvoir… pero el otro día vi un ejemplo perfecto de lo dañino de esa forma de entender la vida que da carta blanca a la instrumentalización del dolor ajeno para avanzar tu causa.
Se ha hecho viral la denuncia que han hecho unas chicas a un policía que se había infiltrado en movimientos sociales en Cataluña y durante años mantuvo relaciones con ellas, alguna de más de dos años según leo.
Parece que el dinero lo puede todo, o al menos es lo que casi todo el mundo parece pensar, y como un hechizo lanzado sobre la población mundial, sus efectos han moldeado nuestra cultura y percepción de los acontecimientos desde hace muchos años, cada vez de forma más eficiente.
Pero, ¿Como se consigue semejante proeza? ¿Como se anula la capacidad crítica de millones de personas? El dinero no es suficiente, hace falta usarlo de forma correcta en lo que es realmente una guerra abierta contra la población mundial. Una guerra para conseguir eliminar cualquier atisbo de individualidad y capacidad creativa de pensamiento. ¿Para qué? Para nunca volver a ser una amenaza para los poderes establecidos.
Una vez la religión ha sido relevada del cargo de proporcionar calma a la humanidad mediante la fe en algo más grande que nos libere del miedo a la muerte y la incertidumbre de esta vida que podría parecer no tener sentido, me da la sensación de que ha habido varios candidatos a sustituirla, pero uno de estos candidatos me parece especialmente peligroso en estos momentos: la ciencia.