Hoy, viernes 19 de Febrero, ha salido en Spotify, Youtube, Apple Music y todas las demás plataformas digitales mi último single: The Shadow and the Light. Es una versión masterizada del tema que publiqué hace poco en video y será el primer tema de mi próximo disco, quizás del mismo nombre, quizás no… ¿Quién sabe?
He decidido que este siguiente disco como George Foreign, lo voy a ir publicando tema por tema, según lo vaya grabando. Cuando esté terminado, retocaré las mezclas para buscar coherencia (si es necesario) y masterizaré todo junto, publicándolo como un disco completo.
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Ayer mismo comencé la grabación de un tema nuevo, que probablemente sea el que publique de aquí a un mes más o menos… esta quedando fetén y ya anunció que la onda es más psicodélica… en unas semanas lo publicaré.
Y por último: Internet es duro… para un músico, encima sin poder tocar en directo, la cosa es complicada. Para que mi música tenga visibilidad en las redes, es necesario no solo tener escuchas, sino «likes» y comentarios. Suscribíos, dar like a los videos y poned algo, me ayudará muchísimo…
La humanidad ha buscado crear formas ideales de organizarse socialmente a través de toda la historia, formas que han ido evolucionando con el tiempo y contexto social de cada momento, pero que suelen tener algo en común: no funcionan en la práctica.
Y creo que hay algo importante que muchos, especialmente personas que ostentan el poder, no acaban de ver: Todo sistema que pretenda crear una socidedad armoniosa y solidaria, impuesto desde “arriba”, está condenado al fracaso.
Hay una prepotencia tremenda en el hecho de pensarse con la capacidad de crear ese sistema perfecto. Solo este hecho ya planta la semilla de la imposibilidad porque de inicio divide a las personas en dos grupos: los que tienen la “solución” y a los que se aplicaría esa “solución”. Los que tienen el poder y los que no (por su propio bien, claro).
El problema es que ese sentimiento de tener la “solución” a todos los problemas nace de una profunda falta de aceptación del otro y de la realidad en la que se vive (en el mejor de los casos) o de un deseo patológico de tener poder sobre los demás (en el peor).
Por lo tanto, sistemas que en un principio podrían parecer ideales se convierten en una distopía al ser forzados sobre la sociedad, normalmente con resultados catastróficos. El siglo 20 está lleno de tristísimos ejemplos…
Lo que nace del odio, genera odio.
Lo que nace del enfrentamiento, genera enfrentamiento.
La solidaridad real es voluntaria, la armonía real es una consecuencia directa del nivel de consciencia de las personas que interactuan en sociedad, no del miedo al castigo. Nada de eso puede ser forzado, y al ser impuesto se convierte siempre en un sistema totalitario.
Por eso la solución es simple y al mismo tiempo imposible de aplicar, de forzar, de planificar o implementar desde el poder:
Es sencillamente el amor.
El amor, que para mi es la capacidad de integrar al otro en tí, es lo único que hace que tomes decisiones que no te benefician a ti por solidaridad con otra persona. Ya que el otro te importa genuinamente. Si el otro te importa, si hay amor, tus acciones nacerán desde el cuidado, tanto de ti mismo, como de los demás, y es solo ahí donde se puede generar una armonía real. Donde cualquier conflicto se puede resolver desde un lugar, no de imposición del que tenga más poder sobre los demás, sino desde una genuina busqueda de soluciones que puedan satisfacer a todas las partes.
Pero es obvio que no vivimos en un mundo que funcione así. Es obvio que la mayoría de decisones que nos afectan no nacen del amor. Es obvio que estamos aún anclados en una lucha de poder que se reproduce desde los grandes conflictos mundiales hasta las relaciones individuales más íntimas entre las personas. ¿Se puede hacer algo al respecto?
No lo sé.
Creo que el mero hecho de buscar una solución que se pueda aplicar la invalida como solución.
De lo que estoy seguro es de que este mundo en el que vivimos nos esta reflejando constantemente nuestras sombras. Estoy seguro de que vivir en este mundo y ver fuera todo tipo de situaciones y eventos que no nos gustan nada nos puede servir para iluminar todos esos aspectos internos que nos desagradan, que no podemos aceptar y que preferimos proyectar fuera, en el otro.
Hay un posible aprendizaje real donde cada uno puede hacerse cargo de su vida.
Y es quizás a través de ese viaje a nuestras profundidades individuales como podríamos llegar a una sociedad donde podamos mirar fuera sin rencor, sin odio, con comprensión y amor. Quizás ese viaje de emancipación personal es lo que puede traer una emancipación real de la humanidad como conjunto.
Solo entonces, cuando los poderes paternalistas que nos controlan como si fuesemos niños pequeños se vuelvan irrelevantes, solo entonces, tendremos la madurez suficiente como para decidir como queremos vivir en sociedad por nosotros mismos.
Creer que puedes analizar y comprender a alguien observándole o interactuando es una ilusión. Mirar como el otro te “toca” a ti y lo que despierta es en cambio una herramienta de aprendizaje y auto conocimiento brutal.
No sé cuántas veces habré visto esta película. Quizás 20, quizás 30… Quién sabe… El caso es que es una de mis películas favoritas y sin duda de las mejores que he visto. Charlie Kaufman y Michel Gondry me parecen genios y tanto la forma de narrar la historia como de presentarla visualmente, me parecen realizadas desde un lugar de cuidado e intimidad con el espectador precioso.
Creo que se puede caer en el cliché de que se trata de una simple historia romántica donde “el amor triunfa al final” ante una adversidad tan grande como es perder la memoria, como si hubiera algo más profundo que queda, que permanece… Algo similar pude interpretar yo mismo cuando la vi por primera vez hace unos 15 años, aunque lo bonito es que cada vez que la veo saco algo nuevo, alguna sutileza en la que no me había fijado.
El caso es que la volví a ver el otro día después de bastante tiempo y me sorprendí con una forma de entender la película totalmente distinta…
Cada persona es única: con su vida, su forma de ser, su imagen, sus puntos de vista, sus sueños, memorias, problemas, gustos, impedimentos o habilidades… un sinfín de características que hacen que cada persona sea un ser irrepetible e insustituible… una vez alguien se va, nadie va a poder “ser” esa misma persona en tu vida…
Pero al mismo tiempo, cada persona en tu vida representa algo, te aporta algo diferente: diferentes espejos que necesitas en cada momento e independientemente de la persona concreta que represente uno de esos papeles, siempre vas a recibir esa experiencia o aprendizaje que necesitas… de una u otra persona, de una u otra relación.
Un amigo me comentó: tu ultima canción es muy bonita pero triste.
Lo primero que me viene a la mente al escuchar esto es: ¿y qué pasa si una canción es triste? Al fin y al cabo cada uno recibimos cada canción que escuchamos desde nuestro punto de vista, nuestra realidad. Lo que alguien interpreta como triste otra persona podría verlo como algo liberador o sanador. Como lo recibimos o como resonamos con una letra, un poema o una pieza artística nos puede decir mucho de quién somos en ese momento. Probablemente mucho más que sobre el creador mismo…
En un mundo donde el contenido es compartido cada vez más en grandes plataformas como facebook, twitter, instagram, etc… y cada vez menos desde sitios web de los propios creadores, el acto de tener una página web parece revolucionario aunque quizás también destinado a la irrelevancia…
¿Cuantas personas buscan a los creadores sin pasar por intermediarios? Ninguna que yo conozca. Al final, cuando te interesa un medio, una persona que comparte contenido, sea texto, video, sonido, etc… lo acabas siguendo en una gran red social. Es cierto que hacen la vida más fácil ya que centralizan todo el contenido, pero al mismo tiempo lo controlan…
Yo mismo tengo cuentas en todos esos medios, y al final, si alguien consume mi contenido es desde ahí. La gente no va a buscar tu página, tu blog, etc… a no ser que esté dentro de una gran plataforma.
Pero piensa en lo que eso significa: Ellos pueden censurar o controlar todo el contenido que distribuyen. Ellos pueden limitar la libertad de expresión de sus creadores dado que son empresas privadas.
«What we were… What remains» (Lo que fuimos… Lo que queda…) es el título de mi más reciente grabación como George Foreign.
Es un disco para mi muy importante ya que recopila el lado más «acústico» de los Foreign Characters que no casualmente incluye los temas más personales que he compuesto durante los últimos 11 años…
En esta entrada hablo un poco del proceso de grabación y de los temas que componen el disco…
Esta es una web sin rumbo y sin sentido, quizás… o quizás solo existe porque puede existir…
Hubo una web en esta url hace muuuuucho tiempo que recogía «cosas» que yo creaba: principalmente fotos de conciertos y música extraña que se me ocurría grabar a altas horas de la madrugada…
Aunque sigo grabando música a altas horas de la noche, aquí hubo años que no había nada… todo se perdió por algún lugar oscuro de las redes…
Pero un día decidí recuperar el terreno perdido en internet, al menos volviendo a cuidar un poco este dominio que poseo desde hace ya más de 20 años… es mucho tiempo y se merece algo un poquito más trabajado…
Pero como eso no iba a ocurrir ni de coña, pues creé esta web para recopilar básicamente lo que me de la gana: temas musicales, textos que se me ocurren (también normalmente a altas horas de la madrugada…) o fotos.
Una vez la religión ha sido relevada del cargo de proporcionar calma a la humanidad mediante la fe en algo más grande que nos libere del miedo a la muerte y la incertidumbre de esta vida que podría parecer no tener sentido, me da la sensación de que ha habido varios candidatos a sustituirla, pero uno de estos candidatos me parece especialmente peligroso en estos momentos: la ciencia.
La famosa frase que Janis Joplin cantaba en el tema de Kris Kristoferson, Me and my Bobby McGee, podría sonar un poco derrotista. De alguna manera da la impresión de que la verdadera libertad implica haberlo perdido ya todo. Una vez no tienes ataduras y no hay riesgo de que tus acciones tengan como consecuencia que alguien se vaya o que tengas que sacrificar algo que posees, ya puedes ser tu mismo y ejercer tu libertad totalmente sin preocupación alguna.
Pero quizás esa visión derrotista no es necesariamente la única posible. Quizás se puede profundizar un poco más.
Si planteamos la posibilidad de que no poseemos nada desde el principio, que cualquier percepción que tengamos en esa línea no es más que una ilusión, entonces se podría decir que en realidad nunca tuvimos nada que perder…
No soy una persona que haya crecido en un entorno rural. No me he criado entre vacas, gallinas y cerdos ni he cultivado la tierra. En ese sentido estoy más cerca, supongo, de ser un urbanita como la mayoría de nosotros. Pero sí crecí en un pueblo a tiro de piedra del monte, lo cual fue una gran oportunidad para aprender a tomar consciencia de que somos parte de la tierra que pisamos.
Vivimos en un mundo de adultos infantilizados… Niños en cuerpos grandes que esperan con ansia la nueva orden del gobierno que les calme sus miedos irracionales a los que no se quieren enfrentar mientras se distraen con la última serie de Netflix…
Esto hace que, estemos o no de acuerdo con las medidas que nos imponen para frenar lo que ya muchísimos médicos dicen que no se puede calificar de pandemia, de alguna manera sigamos esperando algo, una solución externa, venga de unos o de otros, cuando esa solución está exclusivamente en cada uno de nosotros.
Desde los confines de la historia el ser humano a evolucionado como ser social. Solos eramos vulnerables, juntos eramos poderosos. Todo avance humano se ha hecho en grupo y colaborando (ya sea de forma voluntaria o no, que sería otro tema).
Además el ser humano es un mamífero, un ser sexuado. Nuestras sociedades siempre se han formado desde esa báse tan física, tan animal, tan “básica” y sobre esa base hemos construido un mundo que al final se ha acabado avergonzando de su propia naturaleza. Nos hemos separado de nuestros orígenes.
Ésto no pretende ser una apología de una imposible vuelta al pasado, ni nada que se le parezca, por donde voy tiene más que ver con el hecho de que negando quienes somos nos estamos perdiendo.